LA CRITICA A los asesores: ¿DEMAGOGIA o ignorancia?
¿Qué hacen? ¿Son necesarios? ¿Cobran demasiado?...
Desde luego, Hitler o Stalin no los
necesitaban, tenían a todo el país de rodillas, a sus pies, con un aparato
represor terrorífico. En general, los tiranos y dictadores no los necesitan,
les basta con mantener una política represora. Tengan o no asesores, nadie osa
criticar nada, so pena de dar con sus huesos en la cárcel o algo peor incluso.
Da igual gobernar bien o mal, lo que cuenta es seguir al mando.
Pero supongamos
qué sucedería si en una democracia occidental actual un gobierno se planteara
gobernar sin asesores, esto es, con los ministros y altos cargos de libre
designación: secretarios de estado, subsecretarios y directores generales, el
resto todo burócratas. ¿Se vería afectada la acción de gobierno? ¿En qué medida
afectaría a la ciudadanía?
No es necesario
hacer un gran ejercicio de imaginación, pues este era el caso de la extinta
Unión Soviética y otros estados comunistas. Con la única salvedad de que el
jefe del estado no era elegido por los ciudadanos, sino por cooptación entre
los miembros del Politburó. Pero las consecuencias de este tipo de gestión eran
idénticas, hasta el punto que dichos regímenes comunistas cayeron por dejar de
ser viables precisamente por la omnipresencia de los funcionarios en todas las
decisiones.
De hecho, lo
que marca la diferencia en la acción de gobierno de las democracias
occidentales es la incorporación a la cúpula del estado de un núcleo selecto de
personas muy capacitadas, de las más diversas procedencias, tanto de la esfera
privada como de la pública. Son las que estudian, analizan, plantean, ejecutan
y controlan la implementación de las decisiones fundamentales, aquellas que nos
influyen a todos los ciudadanos.
De la
eficiencia y acierto de dicho núcleo directivo del estado dependerá el éxito de
la acción de gobierno. Su fracaso suele materializarse con la pérdida de apoyo
popular, que deriva en la entrada de otro partido político, el cual incorpora a
su propio equipo. Y estos equipos están compuestos de altos cargos y asesores.
Veamos, pues, cuál es la función de los controvertidos asesores.
Los asesores
deben estudiar, analizar, apoyar, coordinar y definir la implementación de las
decisiones que aseguren la materialización del programa de gobierno del partido
en el poder, así como aquellas que imponga la coyuntura general. Es fundamental
la estructuración de los mecanismos de evaluación, de modo que posibiliten la
actualización de las políticas en función de su progreso, la incorporación de
nueva información, cambios en las circunstancias y grado de impacto político.
Los altos
cargos precisan conocer los posibles cuellos de botella, tensiones entre
organismos o problemas que requieran atención, para la implementación de políticas
prioritarias ya definidas o que haya que decidir debido a la aparición de
nuevos retos o circunstancias. Los asesores son, por consiguiente,
imprescindibles para la coordinación de la gestión gubernamental y para establecer
mecanismos de control y supervisión general.
Obviamente, los
asesores deben ser independientes de las restantes estructuras del estado y en
concreto de aquellas que hayan preparado propuestas para su examen. No deben
poseer cargos de alto nivel en el partido político en el poder, para garantizar
la independencia de criterio y un alto compromiso con el gobierno. Esta
independencia es esencial en la cadena de toma de decisiones.
Deben estar
cualificados y concienciados para el adecuado tratamiento de información
confidencial. Es recomendable que tengan un perfil mediático bajo, un
conocimiento avanzado de técnicas de investigación, gestión, control y
supervisión, así como capacidad para el trabajo en equipo y autonomía de
pensamiento.
Asimismo deben
ser capaces de prever potenciales escenarios de conflicto, riesgo y
oportunidad, junto con sus correspondientes respuestas de negociación o
intervención. Por último, es fundamental que los asesores aseguren la
coordinación entre las prioridades políticas y las restricciones o prioridades
presupuestarias, debiendo saber influir para que existan tiempos de dedicación
exclusiva al análisis, seguimiento y evaluación de las políticas estratégicas y
prioritarias.
Por todos estos
motivos, es para todos deseable que los gobiernos estén asesorados por los
mejores. Recortar en asesores es aún más delicado y obtuso que recortar en
investigación, puesto que tiene peores consecuencias. Recortar en asesores es
recortar en conocimiento y en la aplicación de dicho conocimiento para la mejor
gobernanza del país. No hay nada más costoso para un país que un gobierno
ineficiente o a la deriva de las circunstancias.
El debate
debería centrarse en si son los necesarios para el correcto funcionamiento
de las instituciones y, sobre todo, si su nivel de competencia y excelencia es
el adecuado. La mayoría de ellos proceden del sector privado, con salarios
generalmente más elevados que en la administración. Las designaciones que
entrañen nepotismo o enchufismo deben denunciarse, aunque en líneas
generales sean casos contados. La crítica al coste que suponen los
asesores o a su mera existencia es, pues, pura demagogia, fruto de la
ignorancia o del más descarnado cinismo e hipocresía.
Gaspar Llinares
Ingeniero Industrial
PDG, IESE Business School