EX ALTEZA REAL,
Siempre admiré su enorme vocación y generosa entrega al servicio de la Corona y de los españoles; pero ahora se está equivocando gravemente. Creo mi deber de español decírselo. Qué error deshonroso comete al empeñarse en imponer (urbi et orbi) seguir siendo lo que -por su propia acción u omisión- ya no es. Hace tiempo que perdió tratamiento y condición. No nos trate usted de imponer, lo que usted dejó de imponerse a sí misma. Hace años que los españoles no le consideramos apta para llevar un título y tratamiento que nos pertenece a los españoles. Y ahí está la clave: ser Infanta de España signifi ca representar una institución española que -como todas y cada una de las demás instituciones españolas- pertenece a los españoles. Y sólo a los españoles. La monarquía española es una institución clave en la historia y presente de España. Y como le digo, es nuestra: incluidos los que la aborrecen; los que pasan de ella; los que la respetan, y los que la veneramos. Es algo de todos. No suya. No es un cortijo particular. La Real familia se limita a encarnar lo que es nuestro. Por eso, si un miembro no se porta bien no puede seguir ahí (como le pasa a usted) y pierde tratamiento y condición (como debería pasarle). Ocurre igual que con todas y cada una de las demás instituciones. Nuestra monarquía es tan nuestra como lo es el Congreso, el Gobierno o el Ejército. Imagine usted un sargento de caballería que mira para otro lado justo después de pillarle al soldado "despistando" una pieza de un carro acorazado: Como responsable último, se le quitan los galones; se le envía al calabozo y se le exige -a él- la devolución de lo sustraído por su subalterno. Ese subofi cial ha traicionado la confi anza de los propietarios del tanque; los españoles, por lo que no merece los galones de sargento ni el sueldo que le pagamos los contribuyentes. Se le suspende de empleo y sueldo. Va fuera de nuestro ejército. Aquí sucede algo similar... Usted también está fuera de hecho, pero sigue atrincherada en un derecho qué usted ha perdido -de hecho- por su propia actuación. Por eso, cada día que pasa sin su renuncia, perjudica más a nuestra Institución y a España. Cada día que pasa nos indigna más a todos. Cada día que pasa, beneficia más a los que aborrecen la Monarquía; pasan más los que pasan de ella; la respetan menos los que la respetan, y cabrea más a los que la veneramos. Renuncie -ya- a unos derechos que no ha sabido honrar. Apelo a ese mínimo sentimiento de compromiso que debe quedarle, para que renuncie a algo que -como le digo- los españoles ya no le reconocemos hace tiempo. Intente recapacitar; poner los pies en la tierra y tratar de recuperar nuestro respeto. Hágalo por los españoles y por la Institución. En lo personal, hágalo por sus hijos. Pida perdón; comprométase a ayudar a devolver lo que tenga que devolver quien lo tiene que devolver; renuncie a su derecho. Si lo hace; los españoles acabaremos perdonando y podremos volver a mirarla a los ojos. Incluso, quizá un día algunos la podamos volver a respetar; admirar y volver a tratar de Alteza Real.
Álvaro de Marichalar y Sáenz de Tejada
Nieto del Vizconde de Eza, Ministro del Rey Alfonso XIII