ESTADOS UNIDOS vs EURASIA
En la presente coyuntura de crisis, es normal que perdamos de vista los movimientos en el tablero geopolítico mundial. Aunque, los veamos o no, forman parte de la situación de crisis, influyéndola notoriamente. Por ejemplo, las amenazas de EEUU e Israel a Irán, más las sanciones adoptadas –en general, a regañadientes– por otros países, han provocado una importante subida de los precios del petróleo y gas natural. Y con ello de la energía, agravando sobremanera los efectos de la crisis en Europa Occidental, y debilitando el crecimiento de China. A estas alturas todo el mundo reconoce que Irán no dispone de armamento nuclear, a diferencia de Israel. Entonces, ¿a qué viene este revuelo? Por un lado, está claro que tanto la Primavera Árabe como las acciones en Irán y Afganistán han beneficiado políticamente a Israel, aflojando las presiones para que facilite la independencia a Palestina.
Pero, sobretodo, está en juego la supremacía en Asia Central, actualmente tierra de nadie. En Asia Central se encuentran vastas reservas de minerales. En Eurasia –Europa y Asia– se encuentran todos los minerales que utiliza la industria, incluyendo los minerales energéticos (petróleo, gas natural, carbón), así como la mayoría de la población mundial y de su PIB. La composición de Eurasia es compleja: Unión Europea, Rusia, China, India, Japón, países de la extinta URSS, Cercano Oriente, países del Sudeste Asiático (ASEAN), y demás países no englobados anteriormente, desde Suiza a Corea del Norte. A ello hay que añadir las diferentes confesiones religiosas: cristianismo, Islam, judaísmo, budismo, hinduismo, sintoísmo, y sus innumerables sectas y variantes. Con formas de gobierno de lo más variopinto, que oscilan desde las democracias más avanzadas hasta la dictadura comunista hereditaria. Desde luego, no hay la más remota conciencia de unidad euroasiática. La doctrina geopolítica de EEUU está basada en su supremacía mundial, lo cual implica que considera que su ámbito de interés abarca todo el orbe. Y, por tanto, pretende influir en todo lo que pueda suceder en cualquier punto del planeta. Pero la realidad no es tan sencilla. China y Rusia acercan cada vez más sus posturas, así como otros países importantes como India, Turquía y los del Sudeste Asiático. Y en Latinoamérica tenemos el reciente ingreso de Venezuela en MERCOSUR y un creciente distanciamiento del poderoso vecino del Norte, unido a la omnipresencia de China en la región y los rumores de mayor presencia de Rusia en Cuba. China merece mención aparte, dado que su emergencia desde potencia regional a potencia mundial es ya un hecho consolidado. Lo que primero comenzó como una transferencia de mano de obra –deslocalización de la producción– supo aprovecharlo para lograr una transferencia tecnológica a gran escala, alimentada por el ansia de beneficios a corto plazo de las empresas occidentales. Y, finalmente, ha derivado en la constitución de una superpotencia en todos los órdenes, salvo el militar por el momento. Que mantiene relaciones pacíficas con prácticamente toda la comunidad mundial, a excepción de Taiwán, por razones de sobra conocidas. Rusia, por su parte, es la única nación que mantiene un ejército y un arsenal nuclear que representan una amenaza creíble a la hegemonía de EEUU. Y sigue siendo el país más extenso del planeta, con ingentes recursos naturales y minerales. Aunque su influencia sobre los países de la extinta URSS ha sido minada por la expansión de la OTAN hacia el Este, los conflictos del Cáucaso (Chechenia, Osetia del Norte...) y la creciente presencia de EEUU en el área tras el inicio del conflicto de Afganistán. Volvamos a Asia Central, región estratégica tanto por sus minerales como por ser zona de paso obligado a toda comunicación intercontinental, desde el Océano Atlántico al Pacífico. Es una vasta región interior, alejada del mar y separada por las cordilleras del Himalaya, Karakorum, Tian Shan, Kunlun, Pamir e Hindu Kush del Océano Índico. Sus accesos terrestres son vía Rusia, China y Afganistán-Irán (la antigua Corasmia), además del Cáucaso, aunque este último de modo tangencial. No obstante, en 2005 se inauguró en el Cáucaso el oleoducto BTC –Bakú- Tiflis-Ceyhan– de 1.768 Km, el cual permite bombear petróleo desde el Mar Caspio sin depender de Rusia. Estoy seguro de que ya habían intuido que su financiación corrió a cargo de EEUU, con el pretexto de la inestabilidad en Chechenia: El proyecto del oleoducto BTC ganó impulso después de la Declaración de Ankara, adoptada el 29 de octubre de 1998 por el Presidente de Azerbaiyán Heydar Aliyev, el Presidente de Georgia Eduard Shevardnadze, el Presidente de Kazajistán Nursultan Nazarbayev, el Presidente de Turquía Süleyman Demirel, y el Presidente de Uzbekistán Islom Karimov. Fue testigo el Secretario de Energía de Estados Unidos Bill Richardson, quien expresó un fuerte apoyo para el oleoducto. Como ven, los geoestrategas se toman su tiempo, son pacientes y constantes. En el Partido Republicano de EEUU tradicionalmente se ha prestado mayor atención –intervención– a los problemas de Cercano Oriente. En cambio, el Partido Demócrata ha preferido hacer mayor énfasis en Extremo Oriente, ahora también denominado Asia-Pacífico. Actualmente parece que los intereses geopolíticos de ambos partidos estadounidenses convergen hacia Asia Central, vía Irán- Afganistán –o Gran Medio Oriente, como se empieza a denominar esta macrorregión– con el soporte, más bien presión, de Israel. Así como a presionar a China en su área de influencia más cercana: Islas Paracelso, Islas Diaoyu, Vietnam, Laos, Filipinas, Taiwán, Tailandia, Corea del Sur, Japón. Rusia también tiene su presión en la zona del Cáucaso: Chechenia, Osetia del Norte, Georgia. El 30 de marzo de 2011, 10 días después del comienzo de la guerra en Libia, el New York Times escribía, basándose en informaciones gubernamentales: «Si la intervención norteamericana y occidental derrocase a Muammar el-Kadhafi , Mahmud Jibril podría ser el líder de Libia». Jibril es el hombre de confianza de Washington, un economista formado en Estados Unidos, a quien se le encargó la tarea de promover los procesos de liberalización en el mundo árabe. En 2007 fue puesto –en Libia– a la cabeza del Departamento para el Desarrollo Económico, vinculado a las multinacionales estadounidenses y británicas. Desde dicho puesto, Jibril avisó a Washington que Kadhafi había detenido el plan de privatización de la economía libia y la formación de una nueva clase dirigente prooccidental y que, en cambio, se estaba desarrollando la competencia china y rusa. La guerra contra Libia es el modelo que Estados Unidos ha adoptado para tratar de desintegrar otros Estados, entre los que se encuentran Siria e Irán, que obstaculizan el avance estadounidense. Ante la reticencia de los numerosos países que se niegan a aceptar la instalación de bases militares estadounidenses en sus territorios, el Pentágono está desplegando en aguas internacionales, desde el Golfo y hacia el Este, toda una serie de naves capaces de servir de bases flotantes a sus fuerzas especiales. Otras bases aéreas y navales se instalan o se amplían en Tailandia, Filipinas, Singapur, Australia y otros países. En una clara provocación a China, Estados Unidos ha persistido en sostener las tensiones en el Mar del Sur de China, involucrándose en disputas territoriales que China y sus vecinos están negociando en el ámbito de la diplomacia. Por otro lado, se han intensificado las visitas de funcionarios de alto nivel a países vecinos del coloso asiático a fin de avanzar en la construcción de una alianza antichina en las inmediaciones de su territorio. El ex Primer Ministro de Australia Malcolm Fraser ha manifestado que se viven días peligrosos en lo económico y en lo estratégico, afirmando con preocupación: «No deberíamos tener que preguntarnos si Obama trata de jugar la carta de China para inclinar la balanza electoral a su favor. Si esa fuera su intención, se trataría de un movimiento cargado de grandes peligros». El diplomático y analista internacional indio M. K. Bhadrakumar, especialista en temas asiáticos, valora que esta rivalidad en la que incluye a Rusia «ha comenzado a aflorar en Tayikistán». Este país fronterizo con China ha cobrado vital importancia por poseer importantes bases militares de Estados Unidos –Manas– y Rusia, y por ser también fronterizo con Afganistán. Y por tanto, base fundamental del complejo de seguridad ruso en Asia Central. El problema de fondo es que para Moscú resulta inaceptable que Estados Unidos esté negociando en secreto acuerdos con Uzbekistán, Kirguizistán y Tayikistán para el establecimiento de bases militares. China, que junto a Rusia es el garante de la seguridad y la estabilidad en Asia Central a través de la Organización de Cooperación de Shangai (OCS: fundada en 2001 por China, Rusia, Kazajistán, Uzbekistán), tiene marcado interés en los recursos naturales de Afganistán y del Mar Caspio. Tayikistán es zona de paso y puerta de entrada en la ruta desde Afganistán hacia China, por ello está construyendo líneas férreas y planea un gran oleoducto desde Turkmenistán que debe pasar por Afganistán y Tayikistán antes de entrar en territorio chino. Asimismo está interesada en concesiones petrolíferas en la región fronteriza afgano-tayika, todo lo cual está encaminado a acelerar el desarrollo económico de la región occidental de Sinkiang, la más extensa del país. Al respecto, en un artículo publicado en el portal Eurasian Hub, David Arutiunov, experto en Asia Central, sostiene que «la salida uzbeka de la OTSC– Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, alianza político militar formada por países que pertenecieron a la extinta Unión Soviética– refleja un fortalecimiento de las posiciones de Estados Unidos y de la OTAN en Asia Central y un debilitamiento de las de Rusia». Además, coincide con la mayor parte de los analistas en que esta medida «puede alterar el balance regional» por lo que «tendría consecuencias seguras para la paridad estratégica global». Asia es el centro de la estrategia de Estados Unidos para el siglo XXI, tal como lo anunció el presidente Obama en noviembre de 2011. Para su implementación, poco importará si es reelegido o no. Por el contrario, si el próximo huésped de la Casa Blanca fuera Mitt Romney, lo más probable sería que le imprimiera un carácter aún más agresivo a esta política, en relación al Cercano Oriente, Asia Central y el Pacífico. En ese marco, y como preámbulo necesario para implementar su política, Estados Unidos ha reforzado su presencia en el Golfo Pérsico, con el objetivo de Irán puesto en su mira. Ha concentrado en ese espacio 3 portaaviones, a los que se sumará uno más en noviembre, 8 dragaminas, y otras naves que se suman a los 250.000 soldados desplegados en 35 bases militares en varios países de la región. El Comando estadounidense para Medio Oriente (Centcom), cuenta con 3 estaciones de radar en Catar, Israel y Turquía para la defensa antimisiles y está coordinando sus misiones con la Quinta Flota estacionada en Bahrein, el Mando Central de su ejército en Catar, la base aérea británica en Omán, y la francesa en Emiratos Árabes Unidos. La Marina estadounidense ha informado sobre el envío de un equipamiento a la isla de Diego García para apoyar a los submarinos dotados de misiles Tomahawk, que pueden portar cabezas nucleares. Según el informe de carga de la Marina obtenido por Sunday Herald, de Glasgow, el equipamiento militar incluye 387 destructores de búnkeres para hacer explotar estructuras subterráneas reforzadas. «Están activando el engranaje para la destrucción de Irán», dijo a ese periódico el director del Centro de Estudios Internacionales y Diplomacia de la Universidad de Londres, Dan Plesch. «Los bombarderos y los misiles de largo alcance de EEUU están preparados para destruir 10.000 objetivos en Irán en pocas horas». Esto es una muestra clara de los preparativos de Estados Unidos para una nueva guerra, sin embargo hay factores que aún la retrasan. En primer lugar la contienda electoral, que no hace lógico iniciarla en el preámbulo de la misma. Por otro lado, debe garantizar la seguridad de Israel y la suya propia, dado el importante contingente de fuerzas que tiene desplegadas en la región. Y por último, debe impedir que el conflicto interrumpa sus vitales suministros de petróleo, así como tratar de mantener los precios a un nivel razonable durante de la conflagración. Todo esto implica una acción bélica de corta duración, que todavía no tiene plena seguridad de culminar con éxito. Para China y Rusia es trascendental que Irán se sostenga para evitar un conflicto en territorios mucho más cercanos de sus fronteras. Pero la situación militar es ahora mucho más favorable para EEUU que a medio plazo, pues lo previsible es que si no hay conflicto armado ahora, Rusia y China se rearmen tanto como puedan, equilibrando la balanza de poder militar. Pero hemos de volver a la crisis, al vil metal… La guerra y la crisis económica están íntimamente relacionadas. La economía de guerra la financia Wall Street, que se erige en acreedor de la administración de EEUU. Los productores de armas de EEUU son los destinatarios de miles de millones de dólares del Departamento de Defensa por los contratos de adquisición de sistemas de armas avanzados. A su vez, “la batalla por el petróleo” en Oriente Medio y Asia Central sirve directamente a los intereses de los gigantes anglo-estadounidenses del petróleo. Según Dominique de Kevelioc de Bailleul, de Beacon Equity Research: «Ya se trate de la Administración Obama o de Romney, la ley de los petrodólares debe ser defendida en el Cercano Oriente. La alianza Irán/Siria se ha interpuesto en el camino de la total dominación de EEUU en la región, pero ahora el asunto se ha convertido en urgente tras el anuncio de Irán, en febrero de 2012, de que ha roto filas con el esquema de los petrodólares. Ahora no acepta el dólar como pago por el petróleo persa». Al final, lo más probable será un abandono del dólar como moneda de reserva mundial. Internamente Washington sabe que los días del dólar están contados y que podrían estar tan cerca como el día de la próxima guerra prevista en Cercano Oriente. Vivimos una peligrosa encrucijada, pese a que carguemos con la crisis a nuestras espaldas, hasta tal punto que apenas levantamos los ojos del suelo. Y quizás sea eso lo que pretendan algunos desalmados. Sobretodo que Europa –y el euro– muerda el polvo, dividida, empobrecida e inconsciente de su verdadero lugar en el mundo: Eurasia.
Gaspar Llinares