Valencia, por su ubicación geográfica y la orografía del
territorio circundante, tiene una climatología singular, notoria por su variabilidad
y por ser proclive a la formación de “gotas frías” que pueden llegar a
descargar precipitaciones muy elevadas. Como consecuencia, ha experimentado inundaciones provocadas
por avenidas del río Turia desde su fundación en la época romana, como atestiguan
los más de cinco metros de espesor de los sedimentos aluviales hallados en las
excavaciones arqueológicas. Existen registros de las numerosas inundaciones
acaecidas desde 1321 hasta 1957, los cuales nos indican que el período de
retorno de las riadas en Valencia es de 27 años, en base a lo cual la
probabilidad de una inundación para 2014 sería del 88%... Sin saberlo, Valencia está jugando a la ruleta rusa de la gota fría.
La estimación del caudal máximo de la Riada del 57 –3.700
m3/segundo– tenía elevada incertidumbre, dados los medios existentes y el
estado de la técnica en aquel entonces, lo cual ha sido reconocido por la
propia Confederación Hidrográfica del Júcar –organismo estatal competente en la
materia– que ha pasado a estimarlo entre 4.200 y 4.400 m3/segundo. Una cifra
quizás más realista estaría en torno a los 6.000 m3/segundo, aunque hay
estimaciones de hasta 10.000 m3/segundo.
El Nuevo Cauce del río Turia se proyectó para una capacidad
de avenamiento de 5.000 m3/segundo. Pero incluso la misma Confederación
Hidrográfica del Júcar reconoce que dicho cauce no alcanza la capacidad de
diseño, siendo sus estimaciones actuales de 3.700 m3/segundo de capacidad.
Curiosamente, la misma cifra que reconoció en 1957 como máximo oficial de dicha
riada. En definitiva, el
Nuevo Cauce quizás no podría evacuar una riada como la de 1957, incluso con
las cifras admitidas por la Confederación Hidrográfica del Júcar. Por lo tanto,
en dicho supuesto, habría una inundación
generada por el excedente de caudal del río Turia respecto a la capacidad del
Nuevo Cauce: 4.400-3.700=700 m3/segundo, valor superior al caudal promedio
del río Ebro –o el del río Duero– en su desembocadura. Esto supone, en 24
horas, un volumen de inundación de 60 Hm3, que equivale al embalse de
Loriguilla al 82% de su capacidad. Y estos son los datos menos desfavorables.
Si tomamos la estimación que nos parece más realista para la Riada del 57, de
6.000 m3/segundo, el desbordamiento sería de 2.300 m3/segundo, superior al
caudal promedio del río Rin en su desembocadura, lo cual supondría un volumen
de inundación de 199 Hm3 en 24 horas, equivalente al embalse de Benagéber al
90% de su capacidad. En definitiva, una
pantanada en ciernes.
Escapa al alcance del presente artículo prever en qué puntos
del cauce comenzarían las inundaciones, lo cual debería ser objeto de un trabajo
ad hoc. Consideramos que es de
importancia crítica la mota que separa al viejo cauce del Turia del nuevo, pues
si dicha mota fuera sobrepasada por las aguas, incluso una pequeña inundación
del viejo cauce tendría resultados catastróficos. Y si se rompiera o
desmoronase, Valencia quedaría en una situación crítica. Un factor añadido
es el probable efecto dique que
ofrecería el temporal marino que habitualmente acompaña a la “gota fría”/DANA,
dificultando la evacuación del cauce en su desembocadura, lo cual podría generar
inundaciones adicionales. Pues el diseño de la desembocadura es susceptible de mejora.
Por lo tanto, es necesario estudiar y analizar en profundidad,
con las mejores tecnologías disponibles, la capacidad de avenamiento del cauce
del Turia en toda la longitud de su tramo bajo, a partir de Loriguilla, y
especialmente a partir del tramo de Quart de Poblet, donde comienza el Nuevo
Cauce. Así como la resistencia a los efectos de una gran avenida y al
desbordamiento de la mota que separa el viejo cauce del nuevo en Quart de
Poblet. Y la remodelación de la desembocadura para minimizar el efecto dique
que impida la normal evacuación de las aguas. Y, en base a dichos estudios, proyectar
de inmediato y modificar o construir las infraestructuras que corresponda.
También se debe actuar en toda la cuenca baja del Turia con
el fin de laminar las potenciales avenidas: reforestación, mantenimiento de
cultivos, laminación de avenidas en barrancos, filtrado de objetos y lago
fluvial/embalse en la zona de Vilamarxant. Estas
actuaciones se basarían en combinar las infraestructuras imprescindibles con
acciones capilares en toda la amplitud de la cuenca baja del río Turia, con el
objetivo de conjugar la máxima eficacia con la incidencia más positiva posible
en el medio ambiente natural y rural.
Se ha apreciado un déficit en la disponibilidad de datos y
registros, el cual debería subsanarse consolidando una red mallada de
estaciones pluviohidrológicas que abarcara la totalidad de la cuenca del río
Turia, y en especial su cuenca baja.
Y, por último, recordar
que buena parte de los fallecidos en la Riada del 57 lo fueron a causa de que
la crecida les sorprendió de forma inesperada, subrepticia. De ahí la
importancia de la monitorización de datos y su difusión pública en tiempo real.
En otras palabras, un sistema de alerta temprana con una eficaz recogida y
tratamiento de datos y máxima transparencia informativa a la ciudadanía. Además,
de actualizar los planes de Protección Civil y Emergencias a la realidad
expuesta. Mientras tanto, deben
arbitrarse medidas correctoras o paliativas para la eventualidad de un
desbordamiento del cauce del río Turia antes de su “actualización” o puesta
al día.
Asimismo, se debe sopesar el
riesgo y la pérdida de patrimonio dispuesto a asumir por los ciudadanos de
Valencia, en función de la periodicidad de retorno. Es decir, el grado de
seguridad frente a riadas, no solo como la Riada del 57, sino la máxima que
pueda tener el río Turia. Y determinar la recurrencia admisible de las mismas:
50, 100, 500, 1000 años… Y, consecuentemente a esta decisión, elaborar el diseño
o modificación de las infraestructuras necesarias a tales efectos.
Gaspar Llinares
Ingeniero Superior Industrial