domingo, 25 de mayo de 2014

XOOWMAGAZINE37 P199 #xoowphoto FABIO BORQUEZ







VIDA LOCA

Pocas palabras hacen falta para explicar una imagen que deja sin palabras. Eso es lo que pasa con las fotos de Fabio Borquez. Enmudecen a quien las mira, ya sea por su magnificencia o por su despojo. Por su escenográfica puesta en un castillo medieval o en la sencillez de un campo europeo.
Las fotos de Borquez perturban, incomodan, movilizan. Sus cuerpos hacen que el foco se desvíe de la mera desnudez para hacer que el espectador se interpele e interprete lo que está viendo en esa orgía de luces y sombras. Los "no desnudos" sacuden igual: dejan en cueros a la fragilidad del alma, esa que es tanto más difícil exponer que la física.
Borquez es un maestro de la luz. Ilumina y oscurece. Resalta y disminuye. Hace foco allí donde sabe que va a provocar y presenta su obra al ojo cómplice para que la interprete.
Sacuden los contrastes Borquianos. Es capaz de iluminar hasta lo más oscuro y hacerlo brillar. O de oscurecer lo que encandila hasta dejarlo convertido en un interrogante. Fabio Borquez aplica a sus fotos su oficio de arquitecto y pintor: sabe construir y deconstruir, romper el molde y jugar con los matices, aunque lo que haya del otro lado sea tan simple como un blanco y negro.
La incomodidad que promueven las fotos de Borquez es elogiosa en este mundo de pantallas táctiles y estímulos que anestesian y nada dejan. Lo de él perdura. Y en este mundo liviano eso no es poco.
Lo dije en la presentación de su "Erotic Wonderland" y no me cansaré de repetirlo.
El arte de Borquez es luz y sombras. Él dice que cuando fotografía, lleva el diablo en el cuerpo. Se nota. Caramba cómo se nota. Por eso sus fotos tienen ángel. Y demonio. Mucho demonio.