sábado, 24 de mayo de 2014

XOOWMAGAZINE37 P282 #xoowarts JOSÉ ANTONIO ZÁRATE




ENTRE EL PLANO Y EL TERRITORIO

A principios del siglo pasado el poeta Alonso Quesada evocaba la visión de la isla como un paisaje velado por la calima. Luego en el periodo de las vanguardias los pintores de la escuela Lujan Pérez recogieron esta lección de despojamiento esencialista que la visión de Alonso Quesada transmitía, viniendo a dar respuesta al naturalismo retórico de Tomas Morales, Néstor y Aguiar. Esta tarea de reducción fenomenológica de la realidad insular fue acometida en el campo del ensayo y de la poesía por Pedro García Cabrera, Andrés Lorenzo Cáceres o Agustín Espinosa. “El hombre en función del paisaje” es un ensayo de Pedro García Cabrera en el que teorizó acerca de la relación que se da entre el paisaje de las islas y la psicología de sus habitura en fusión uniforme, impregnado el uno del otro por convivencia conforman un todo y parte indisoluble. La integración del pintor en su paisaje es cuestión de convivencia, de tal forma que parafraseando a Ortega y Gasset que nos aclara,”el hombre es él y sus circunstancias”. Los pintores son ellos y sus espacios (paisajes). Está demostrado que los habitantes del polo son capaces de diferenciar un número muy superior de matices del blanco en el hielo, que cualquier forastero de esa región debido seguramente a la propia constitución adaptada al medio, sus conos y bastoncitos encargados de percibir el color y la luz se han formado para esos parámetros. Por otro lado, es de la convivencia del pintor con la materia de dónde surge una materia impregnada del pintor y un pintor impregnado de materia, de tal modo que el pintor se desprende de la materia, mientras que ésta, no puede desprenderse del pintor y va a trascender en la medida de su alcance. Agustín de Espinosa en su libro Lancelot, 28º - 7º (1929) recrea poéticamente la isla de Lanzarote, superando el regionalismo anecdótico que había prevalecido en las formas tradicionales de representar la naturaleza canaria, desplegando a modo de collage todo un arsenal de elocuentes iconos para fijar la cartografía fantástica de las islas. Esta operación de reinventar el territorio insular constituye una verdadera refundación efectuada por el sortilegio del verbo poético, “intento crear un Lanzarote inventado por mí” afirmaba. También es Agustín Espinosa el que llamó a las islas “jaula de barras de agua” en un artículo “Tiento y varaje de una sirena varada en Canarias” artículo publicado en Diario de Las Palmas año 36. Por otra parte Andrés de Lorenzo Cáceres publicó “Geometría del paisaje canario”. Después que la colonia inglesa afincada precisamente en el Valle de La Orotava Edwards, Alfred Diston, etc. así como los grabados de Wiliams que ilustran la obra de Berthelot, dejasen constancia iconográfica del costumbrismo canario y el paisaje tradicional, ya diferenciado al descrito por Humboldt debido a las transformaciones que el campesino había ido realizando de acuerdo con sus necesidades de supervivencia. No correspondiendo con el perfil de belleza predefinido pero si mirado desde el romanticismo del viajero sensible al exotismo. Y así un paisaje habitado que se transforma según las necesidades de su población, nos da un paisaje humanizado. Regionalistas, luego costumbristas, impresionistas, indigenistas, simbolistas, surrealistas e informalistas, han registrado diferentes visiones de un entorno acorde con la modalidad del lenguaje vigente. En la evolución de los lenguajes del arte, (la pintura viene a liberarse con la aparición de la fotografía), el personaje es capaz de separarse anímicamente. Prescinde de su entorno cotidiano para apreciar el contraste de las formas, aprehender en la visión un espacio, suficiente, y reconocer fríamente el juego. Accede así a los medios de creación necesarios para la ideación de nuevas representaciones. Es el concepto evolutivo de deconstrucción, construcción, en el que la interacción del todo, la nada, y la parte, estructura la base argumental de un proceso que dialoga con la síntesis y lo absoluto y entre otros aspectos me lleva a entender el continente, contenido, contenedor, fracción y el soporte (forma y escala) como valor expresivo. Entre el plano y el territorio, la cartografía abstrae el paisaje, a modo convencional, en un lenguaje que instrumentaliza la línea como signo, resultando la interpretación de un paisaje simbólico señalizado con total precisión desde una panorámica cenital. No es menos cierto que las Artes Plásticas, su lenguaje, permiten abstraer el mismo paisaje, representando lo imposible de igualar, pero recreándose en sus propias reglas de reconstrucción metafórica. El poderoso concepto plástico que subyace en la más probable teoría sobre nuestro origen nos habla de la lava que fluye incandescente y solidifica al contacto con el mar, que la envuelve y recoge, a la vez que eterniza su movimiento. Con plena conciencia de esta cartografía que nos pesa, estableciendo, por si misma, las pautas de carácter e identidad que nos define, se conforma un paisaje ambiguo, ilusorio, abierto, un metafórico discurso que revela un mapa sin fronteras. Es precisamente la inigualable ubicación geográfica la que nos abre hacia una vocación Atlántica. Pues geoestratégicamente situados entre tres continentes nos permite ver a Europa desde África a la vez que a África desde Europa y América. Asumiendo el mestizaje cultural que nos implica. También, por reciprocidad, el factor espacio constituye un elemento muy importante en mi trabajo, esto es el hueco, la vacuidad, silencio, sencillez. Es el diseño de la distribución de la obra en el espacio, la que otorga sentido a una lectura congruente de conjunto. Resulta, por tanto, una instalación secuenciada de un desglose sensorial de abstracción del paisaje insular, tomada desde diferentes ciclos y ritmos, tal como sucede en el gran concierto de la naturaleza en movimiento no lineal, sino cibernético, es decir, en ciclos o partes que progresan concadenados en diferentes ámbitos y que a la vez, conforman un todo. Entre el plano y el territorio, en definitiva enmarca un trabajo que desde lo subjetivo de la plástica con sus propios recursos (registros del artista que manipula la apariencia) trata de interpretar el paisaje insular desde una vocación reduccionista, depuradora de un lenguaje sintetizador, condensado y abstracto, que concluye por ésta economía de recursos en un esencialismo poético que por medio de la metáfora gráfica interpreta o revisa el paisaje del que nos sentimos parte, con total libertad interpretativa desde nuestro tiempo y espacio, como otros lo fueron en sus tiempos y espacio.