¿QUÉ LE OCURRE A NUESTRO DINERO CUANDO LO DONAMOS PARA AYUDA AL DESARROLLO?
Según Christian Aid, los países en vías de desarrollo pierden cada año 160.000
millones de Euros como consecuencia de la evasión y el fraude fiscal llevado a
cabo por empresas multinacionales de Estados Unidos y la Unión Europea que
utilizan diversas artimañas para trasladar sus beneficios allí donde no pagan
impuestos.
Tampoco puede sorprender que, de acuerdo con Global Financial Integrity, África sea acreedor neto del
resto del mundo. La misma OCDE reconoce que por cada euro que África recibe
como ayuda al desarrollo, 3 euros salen de África en forma de flujo ilegal de
capitales. ¿Hacia dónde se va ese dinero? Pues hacia lugares como Wall Street
de Nueva York o High Street de la City de Londres. Según el diputado británico Mark
Field, solo en el segundo trimestre del 2009, 332.000 millones de dólares
llegaron a la City de Londres procedentes de los tres paraísos fiscales que
forman el primer anillo, definido este por Global Financial Integrity.
Una parte de ese dinero procede de nuestros
donativos para la ayuda al desarrollo. El mecanismo es sencillo: damos nuestro
dinero, o bienes (alimentos, ropa…). Llegan al país de destino, bien por
transferencia o porque los llevamos nosotros mismos. Entonces, el gobierno de
dicho país se apropia de los bienes o dinero por el simple expediente de
cambiarlos por su moneda local, no convertible en divisas. Es decir, nos
cambian bienes y dinero de verdad por unos simples papelitos – su dinero local
– que no tienen valor fuera de sus fronteras. Quien no se lo crea que vaya a un
banco cerca de su casa a ver qué le dan por los papelitos en cuestión. Y con
ese dinero, como en el tercer mundo hay de todo menos democracia y
transparencia, pueden hacer lo que quieran. Y eso pasa siempre, generalmente
más pronto que tarde.
Y que nadie piense que esas divisas no son
convertibles porque sí, o porque los países ricos no se las queremos coger a
esos pobrecitos… Al contrario, no les interesa – a los sátrapas y tiranos – que
sea convertible, pues si lo fuera dejarían de recaudar sin apenas esfuerzo
TODAS las divisas que llegan a su país. Prueba de ello es que sacar dinero
local de esos países es delito, y grave. Y hay escasas excepciones, siendo
quizás la más importante – y muy oscura, por el carácter de sus
contraprestaciones – la del ‘franco CFA’ de determinados países de África
Central y Occidental, moneda respaldada por el propio Banco de Francia, y en la
que afortunadamente nada tiene que ver el Banco Central Europeo.
Ejemplo de solución: pagar educación reglada o
ayuda médica en nuestros países a personas que, según criterios objetivos,
merezcan y deseen dicha ayuda. Así, la inversión SÍ que queda en manos de quien
corresponde, y dejamos de financiar corrupción, abusos y quizás cosas peores.
Asimismo, disminuimos los gastos burocráticos y logísticos de las ONGD. Y
ponemos coto a vividores y corruptos, que también los hay en este campo, según
podemos comprobar en los medios.
Por último, es evidente que la erradicación de
la evasión y el fraude fiscal a nivel global sería la manera más eficiente de
ayudar al desarrollo. A la vez que nos beneficiaríamos también los del primer
mundo, sin lugar a dudas. Más las serias dificultades que ello supondría para
el crimen organizado. Eso implicaría acabar con los paraísos fiscales, tanto
los obvios – caso de Gibraltar – como los encubiertos, como la City de Londres.
Entonces, ¿a qué esperamos? A quien quiera comenzar ahora mismo, le recomiendo
este enlace: Task Force on Financial
Integrity and Economic Development, coalición global que
trabaja para abordar la opacidad del sistema financiero internacional.
Gaspar Llinares