Cartas de Álvaro
1513 - 2013. EXPEDICIÓN DESCUBRIMIENTO DEL PACÍFICO. 500 AÑOS. TRAVESÍA EN SOLITARIO DESDE FLORIDA A PANAMÁ A BORDO DE UNA EMBARCACIÓN DE 3M DE ESLORA. CONMEMORANDO EL DESCUBRIMIENTO -EUROPEO- DEL PACÍFICO POR VASCO NÚÑEZ DE BALBOA EN 1513
Panamá, 23 de febrero de 2014
Queridos amigos de nuestra Expedición;
Ayer tuve un naufragio y viví una situación muy difícil frente a las costas de Panamá. Al final pude salir adelante (gracias a Dios) aunque con graves desperfectos en mi embarcación y algunas heridas en mis brazos y piernas. Por ello no me queda más remedio que reparar y en consecuencia retrasar la esperada llegada a Colombia. Espero finalizar la reparación mañana martes día 25 por la noche, o al día siguiente; para poder intentar llegar a Cartagena el jueves o viernes. Avisaré con suficiente antelación. El homenaje a Don Blas de Lezo también queda retrasado. Siento los inconvenientes que les pueda representar este retraso forzado por las circunstancias. Cuaderno de Bitácora Singladura en la que naufragué frente a la población panameña de Nombre de Dios. Panamá, 22 de Febrero de 2014. Zarpo a las 10.00 de Playa Paraíso donde había fondeado mi embarcación tras llegar desde Colón (Shelter Bay) anteayer sin novedad aunque de noche cerrada. Había recalado en Portobelo donde pude filmar el precioso fuerte español de Santiago de la Gloria, el castillo de San Felipe, el Fuerte Batería de San Jerónimo, el Fuerte de San Fernando, la batería Buenaventura, las ruinas del Fuerte Farnesio y la Aduana (una casa imponente en muy buen estado). Hice noche en casa de Eva y Enrique. Ricardo (marido de Eva) también estaba y acababa de meter al horno un buen pez que al rato me sacaría toda el hambre almacenada durante el largo día de navegación. Al fin, zarpo feliz tras despedirme de mis amigos y del encargado de la propiedad, Domingo. Grandes conocedores de la costa todos ellos; me aconsejan bien sobre los puntos donde poder abastecerme de agua y combustible, y las zonas difíciles a evitar. También me dan contactos de varias personas amigas que viven en las distintas islas y puertos que encontraré en el camino hasta la frontera colombiana. Aunque siempre se siente cierta inquietud al zarpar, en ese momento solo siento un profundo agradecimiento hacia mis entrañables amigos. Nada me hace sospechar que al poco rato iba a sufrir un grave y peligroso percance a la altura de la población de Nombre de Dios. Navego a 15 nudos en zig-zag tratando de evitar la mar de proa que me viene acompañada de un fuerte viento. El objetivo es que la mar entre por las amuras. La costa me queda lejos a estribor. Puedo ver una peligrosa barrera de arrecife de coral donde estallan las enormes olas que me vienen veloces y violentas por babor. Permanezco siempre en pie tratando que no me derriben los constantes embates. Pienso que lo peor que me podría pasar en esos momentos es una parada de motor. Algo que ocurre frecuentemente por causa de los cabos o plásticos que entran en la turbina de propulsión. En esos casos me toca tirarme inmediatamente al agua armado con mi gran cuchillo y unas gafas de buceo para desalojar lo más rápido posible y poder continuar. Pero hoy va a ser peor. Mucho peor. De repente, se activa la alarma sonora y aparece el testigo de temperatura y el símbolo del motor en rojo. Caen de inmediato las revoluciones. Cambia el sonido del motor. No tiene fuerza. Decido parar la máquina a ver si enfría... Estoy navegando algunas yardas más adelante del frente de la población de Nombre de Dios. Justo el lugar donde desembarcó Colón en 1502 en el cuarto –y último– de sus viajes. Al quedarme a la deriva, me estoy acercando peligrosamente a la barrera de coral donde rompen con violencia las olas que quedan derrotadas tras el arrecife, en una enorme laguna de mínima profundidad; insuficiente incluso para el ínfimo calado de mi pequeña embarcación. Estoy en el sitio más peligroso. Sin máquina, la mar me viene muy brava de babor y sigue empujándome hacia el peor lugar... ortando con gran estruendo; quedando grandes superficies de espuma en violenta ebullición. Pienso que he de salir de ahí como sea, ya que la alternativa es ser engullidos (mi embarcación y yo) en ese violento confín de desgracia. Pongo en marcha pensando que la máquina puede haberse enfriado un poco. Inmediatamente me doy cuenta que no hay nada que hacer. El motor suena roto y además empiezo a oler a quemado. Mi susto incrementa tanto como las pulsaciones de mi corazón a punto de saltar... El viento es muy intenso. Apago de nuevo la máquina y empiezo a imaginar lo peor... Y lo peor llega. A pesar del viento, el olor a quemado se hace evidente y empieza a salir humo por todos los recovecos posibles. Mentiras, Ia mar nos sigue empujando (a NUMANCIA y a mí) velozmente hacia la rompiente rocosa de coral. Las olas levantan 4 m y sin máquina resulta imposible enfrentarlas de proa. Siguen acercándose una y otra por el costado de babor; tratando de derribarme una y otra vez mientras me van empujando más y más hacia la rompiente. Estoy a su merced y no puedo hacer nada para evitarlo. Imagino que el motor puede estar ardiendo (o a punto) y que en poco tiempo prenderá el combustible... Tomo la decisión de abandonar la embarcación. Sólo queda decidir el momento exacto, ya que en cualquier caso tendré que abandonarla cuando llegue a la barrera coralina. O será la mar quien me descabalgue a la fuerza... Antes de tirarme debo tratar de evitar por todos los medios que prenda y además debo salvar lo fundamental: El EPIRB portátil personal; la radio de mano; la caja estanca que contiene el pasaporte, etc. y a ser posible la mochila semiestanca donde guardo las cámaras de fotos y video; ¡¡las tarjetas de memoria de todas las grabaciones que vengo haciendo desde Florida!!; los cargadores de todos los equipos electrónicos y la poca ropa que puedo llevar a bordo de la pequeña NUMANCIA. Antes de nada y como prioridad absoluta; debo intentar descargar todo el contenido del extintor dentro del motor. Es el último intento para conseguir conservar la pequeña y brava NUMANCIA. Para ello debo abrir el tambucho temiendo que el fuego incipiente encuentre su aliado necesario para conseguir declararse abiertamente. Por ello; la operación ha de ser lo más veloz posible. Y así logro hacerlo. Meto en el motor todo el contenido del extintor lo que provoca que el humo cambie de color y olor. La mar sigue empujando y cada vez se hacen mayores las olas. Comprendo que no va a ser necesario decidir cuando tirarme al agua; la mar me va a separar violentamente de NUMANCIA en cualquier momento, por lo que debo apresurarme a “salvar de la quema” el mayor número de equipos posible. Ojalá se salve NUMANCIA también de incendiarse y de todos los impactos brutales que va a recibir de manera irremisible contra el arrecife. Mientras voy metiendo –con la mayor sangre fría y calma posibles y a toda velocidad– los equipos en la mochila, me fijo bien en la dirección del viento para evitar las probables llamas cuando ya esté en el agua en caso que finalmente prenda o estalle mi embarcación. Esa salida tiene que estar muy clara en mi cabeza; ya que en el peor escenario se va a llenar toda la superficie del mar de gasolina ardiendo. He de evitar que me alcance. Comprendo que la trampa o la única salida y aliado en ese caso será el viento. Ya tengo todo en la mochila y la cierro firmemente. Decido liberar la red donde transporto las banderas de España; Navarra; Unión Europea; Torrotito; EEUU; Cuba; México; Belice; Guatemala; Honduras; Nicaragua; Costa Rica; Panamá; Colombia; Rusia; Canadá; Mónaco; Japón y Reino Unido. Si arde NUMANCIA y me salvo, será importante conservar las banderas que llevo en esta Expedición donde queremos homenajear a Blas de Lezo; al Samurai Hasekura Tsusenaga (y a la primera misión diplomática japonesa a España); a Vasco Nuñez de Balboa; a Rusia donde vivo y amo; a Mónaco donde está mi YCM y me ayudan tanto; a Canadá por ser el país donde se fabricó NUMANCIA, a todos los países por los que estoy pasando; tan vinculados todos a España y a esos cinco siglos de Historia; Idioma; Raza y Religión comunes: Nuestra Comunidad Iberoamericana e Naciones que tanto queremos y tanto nos obliga a los dos lados del Atlántico. Merece la pena salvar esas banderas; esos símbolos de tantas cosas. Las olas son ya enormes. Ya no hay tiempo. Lanzo al agua la red de las banderas (con dos flotadores) esperando que la pueda recuperar más tarde en la laguna. Me pongo la mochila a la espalda y salto. Evito la envestida de la primera ola buceando antes de que me alcance. Cuando logro salir a flote; me encuentro que las sujecciones de la mochila se han rasgado y puedo ver la mochila flotando separada de mi y navegando rumbo al arrecife donde a 40 m puedo ver a la NUMANCIA en bolandas sobre una gigantesca ola como si fuese de papel... NUMANCIA es volteada una y otra vez, y al final desaparece entre las toneladas de espuma mezclada en el arrecife ante mis ojos. Medio segundo más tarde un estruendo salvaje lo invade todo. Es otra enorme ola que me vapulea en incontables volteretas sin piedad mientras me lanza al fondo con toda la fuerza salvaje de la mar. El tiempo bajo el agua no acaba nunca y empieza a faltarme un oxígeno que no pude acopiar antes de hundirme, debido a la sorpresa y enorme rapidez con la que me apresó la mar. Logro salir a flote al fin pero solo para ver caer sobre mis ojos apenas emergidos, otra inmensa montaña rugiente de agua y espuma que vuelve a lanzarme hacia abajo; ahora ya contra el arrecife afilado en millones de aristas donde choco de rodillas. Gracias a Dios llevo unas grandes rodilleras que uso cuando navego. Al hacerlo el 100% en pie; las rodilleras se convierten en parte de mi equipo básico para navegar. Me ayudan a amortiguar los constantes golpes de la mar mientras navego. En esta ocasión me han salvado; aunque me he hecho numerosos cortes en las piernas; trasero; espalda y brazos. He tenido suerte de no haber impactado con la cabeza; que protegí con las manos durante todo el tiempo que ha durado la brutal zurra. Mientras, la pequeña NUMANCIA emerge a duras penas y boca abajo. Otra ola la voltea y queda varada por un momento en la laguna sobre el costado de babor; para posteriormente caer y quedar “en pie” sobre su casco. Aunque está lejos; se pueden apreciar roturas de todo tipo. ¡¡Pero está a salvo!! Yo también. Mi primer pensamiento es reparar lo antes posible para poder proseguir lo antes posible. Esto debe quedar solo en un bache a superar. La zona es inhóspita pero estoy vivo y en consecuencia; feliz. Ahora debo estudiar la manera de sacar del agua a NUMANCIA que está quieta varada firmemente. La marea está subiendo por lo que en poco tiempo dejará de estar tan quieta. Puedo ver la mochila; el quinto bidón de combustible (que no llevo amarrado) y la bolsa de banderas, navegando por su cuenta lentamente hacia la costa arrastrados por la corriente provocada por la marea. Ando y nado (cuando hay profundidad) como puedo para ir a buscar todas esas cosas. En un momento dado, me fijo en los numerosos cortes en las piernas y codos. La red de las banderas se ha abierto y se han salido las banderas. Pienso que algunas puedan haberse quedado atrapadas en el fondo de coral y que si tengo tiempo trataré de buscarlas más tarde. Pero ahora la prioridad es buscar la forma de llevar la NUMANCIA a tierra. Camino (y nado cuando hay pozas) hacia la costa arrastrando el bidón; la mochila y la red. Llevo andando más de una hora. Está muy lejos. Al fondo puedo intuir un cayuco indígena fondeado cerca de la playa. Ya en tierra busco a su propietario. Es Heriberto, un indio de la raza Cuna de mediana edad. Al medio minuto de explicarle lo sucedido me regala un abrazo con su mirada dulce y limpia. No puede ocultar su preocupación mientras se ofrece a ayudarme a desembarrancar la NUMANCIA con la ayuda de su embarcación. Embarcamos y ponemos proa a la NUMANCIA. Al llegar a la zona hago una batida en busca de las banderas. Encuentro la de México en el fondo. ¡Luego el cuchillo! Más tarde la de EEUU y después la de España; Canadá; Unión Europea y el Torrotito de la Armada al final. En tres horas la logramos desembarrancar y llevar mi embarcación a tierra firme donde Eva; Ricardo; Domingo y Blanca (a los que he avisado poco antes por teléfono) han conseguido un remolque de Mark; un mecánico norteamericano que vive cerca. El lunes llevaremos la NUMANCIA a la ciudad de Panamá para reparar. Reparar para poder seguir rumbo a nuestro Desafío. Rumbo a nuestro sueño...
Álvaro de Marichalar • E-mail: Atlantik2002@hotmail.com
www.PacificDiscoveryExpedition.com • La Expedición Descubrimiento - europeo- del Pacífico apoya a la ONG HAITÍ SE PONE DE PIE www.haitiseponedepie.net y también apoya a la Campaña END POLIO NOW www.endpolio.org/es