DE LA CORRUPTELA A LA CORRUPCIÓN
Empecemos por definir ambos conceptos para comprender mejor lo que ya sabemos, las diferencias de matiz que los caracteriza, porque en su esencia las dos nos dicen lo mismo y transmiten la misma idea. El sufijo –ela nos indica algo diminutivo, así, y siguiendo con el género femenino, cuando decimos “ladronzuela” nos referimos a alguien que roba cosas de poco valor, sisas de todo tipo, etc., pero que intuimos que acabará robando al por mayor, o “mujerzuela”, en este caso pensamos en una mujer que por su conducta apunta maneras de putón verbenero, pero que no ha alcanzado ese nivel todavía, todo llegará. Según el diccionario de la RAE la corruptela es “Mala costumbre o abuso, especialmente los introducidos contra la ley” o “Soborno o perversión de poca importancia, especialmente el que va contra la ley.” Hablar de corruptelas en nuestro país es de suma importancia porque el español, en general, es muy tolerante con ellas e incluso en muchos casos las aplaude, de manera muy especial cuando van referidas al dinero público en cualquiera de sus administraciones. Estas líneas las escribo porque hace tan solo una semana tomando café con unos amigos, uno de ellos comentó al resto del grupo con cierto orgullo (quizás con bastante orgullo estaría mejor dicho) que se había ahorrado unos 2.000 euros en una reciente reforma integral del cuarto de baño de su domicilio particular respecto al presupuesto inicial, ya que como residente en Castellón no tuvo ninguna dificultad en comprar toda la cerámica a pequeños ladronzuelos del sector (estos personajillos tienen presencia en todos los sectores económicos de todo el país) así como en contratar a un albañil en paro y a otro jubilado y por supuesto sin licencia municipal de ningún tipo. Todos los presentes, excepto yo, mostraron su admiración, hasta casi su envidia (poco más y le piden un autógrafo) por su habilidad y audacia en “ROBAR”, así con mayúsculas, a todos los españoles. Yo no lo hice, pero tampoco se lo reproché, simplemente callé, entre otras razones porque detesto las discusiones de temas serios en los cafés. ¿Cuantas situaciones como esta o similares no se darán a diario en España? Evidentemente no lo sé. Pero intuyo que muchas y pienso que ustedes compartirán mi intuición. Las corruptelas han formado parte de nuestro ADN y las siguen formando, aunque con una clara tendencia a disminuir. Otro ejemplo reforzará lo institucionalizadas que han llegado a estar. Cuando hice el servicio militar, obligatorio por aquel entonces, los oficiales y suboficiales disponían, sino todos casi todos, de una paga extraordinaria que percibían en dinero negro (fiscalmente opaco) y que se correspondía con el mes que tenían la responsabilidad de la cocina del cuartel. Este dinero procedía del diferencial entre el presupuesto que tenía asignado la cocina para dar de comer a un determinado número de soldados y de los que realmente comían, que eran muchos menos. De esto se hablaba en los cuarteles como se podría hablar de fútbol, con total naturalidad. Nadie, ni los militares profesionales ni la tropa pensaban que aquello era una corruptela. Se consideraba una paga más que compensaba los salarios relativamente bajos de estos militares y nada más. Recuerdo que un suboficial me contó que esta era una costumbre que venía de los tiempos del Rey Carlos III, allá por el siglo XVIII, y que nadie y ni por un solo momento creía que podía estar delinquiendo. Por las noticias que tengo y como consecuencia de la profesionalización del ejército, estas prácticas han desaparecido, pero no olvidemos que han sobrevivido a monarquías, dictaduras, repúblicas y democracias. Son muchos más y muy diversos los ejemplos que podría exponer. Seguro que todos ustedes conocen infinidad de ellos. Con estos dos creo que queda clara la idea que pretendo transmitir. Vamos ahora a la corrupción. Siguiendo con la RAE la corrupción en las organizaciones, especialmente en las públicas, es la práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores. Es triste tener que decirlo y a su vez tener que admitirlo. España es un país considerado corrupto en el ámbito de los países modernos occidentales. Es evidente que si nos comparasen con los países emergentes o del tercer mundo nuestra nota en cuanto a la corrupción sería magnífica, pero este no es el caso ni queremos que lo sea. Queremos y debemos ser un país moderno, equipararnos con los países anglosajones, de Europa central, escandinavos, Japón, etc. Con toda probabilidad en una comparación con estos países no saldríamos muy bien parados. Nuestro rico refranero ya nos lo advirtió, “de aquellos polvos vinieron estos lodos”. De las corruptelas solo cabía esperar que acabaran en corrupción. Y así ha sucedido. ¿Qué se puede esperar de un país en el que una ministra (“miembra” del gobierno de la nación) diga que el dinero público no es de nadie (Carmen Calvo dixit) y no es cesada inmediatamente? Sí, sí, la misma que dijo aquello de que había sido cocinera antes que “fraila”. Lo grave no es que diga estas tonterías una pobre ministra de cuota. Lo gordo es que de alguna manera representa el sentir de una parte importante de la población. Y lo más triste es que ese sentimiento se corresponde con el pésimo ejemplo, en lo que a la corrupción se refiere, que nos han dado una buena parte de nuestros representantes políticos, de todos los colores, que de alguna manera han dado pie a que muchos compatriotas sientan moralmente justificadas sus acciones fraudulentas y corruptas. Como dice acertadamente Francisco de la Torre,”pocas cosas tienen peor fama que los impuestos. Sin embargo, los impuestos son el precio de la civilización: en la jungla no existen, y cuando el fraude aumenta, la civilización retrocede”. Recuerden los países que antes he mencionado. Son los que más impuestos pagan, y donde menos fraude y corrupción existe y donde la civilización moderna, aunque a algunos sectores de la izquierda trasnochada les pese, ha alcanzado sus mayores cotas. También son los países que más contraprestaciones y servicios dan a sus ciudadanos. Afortunadamente en España se está observando un cambio notable de tendencia a mejor. Acabemos con las corruptelas y acabaremos con la corrupción. Si hay que denunciar a un ladrón que nos roba a todos, se le denuncia. Ya basta de los buenísimos pasados de moda. Recuerden, Al Capone fue a prisión por una denuncia de fraude fiscal, no por los numerosos crímenes que todos sabían, jueces incluidos, que había cometido. Este asunto de la corrupción nos incumbe a todos.
Roberto Ferrada
Economista