DESEMPLEO Y MARCA PAÍS
EL PARO LAMINA LA REPUTACIÓN NACIONAL
Los directivos de comunicación, según la
encuesta interna hecha por su asociación, Dircom –con el soporte de Metroscopia–
para conocer la evolución de la percepción de la Marca País España a través
de indicadores de desempeño especifico que monitoricen su evolución y progreso
a lo largo del tiempo, han coincidido en que los mayores obstáculos para la
promoción de la Marca España en el exterior lo constituyen los elevados niveles
de desempleo de nuestro país (80,4% de los encuestados) y los conflictos
sociales como los desahucios y las preferentes (79,8%), seguidos por la
corrupción (75,4%), las malas prácticas en política (70,2%) y las informaciones
negativas sobre la Casa Real (58,4%). Asimismo, una mayoría –58%– de los
encuestados opina que las empresas se enfrentan en el exterior a problemas
reputacionales o de comportamiento de la Marca País. Para mayor detalle, véase:
http://www.slideshare.net/fullscreen/Dircom_Asociacion/principales-conclusiones-del/4.
"La globalización hace más necesaria aún la Marca
País" ha asegurado Emilio Lamo de Espinosa, presidente del Real Instituto
Elcano, en la presentación del Índice Dircom Marca País. Es manifiesta la
importancia que la reputación de la Marca País tiene en la actualidad para las
empresas y agentes sociales; tanto para su economía y desarrollo como para su
capacidad de influencia, competitividad y prestigio internacional.
Sirva lo antedicho como preámbulo de algo que todos sabíamos
desde hace mucho tiempo: el desempleo es el mayor de nuestros problemas. Lo que
aportan estos y otros muchos estudios es una base estructurada que permite
tener una visión más amplia y profunda de la verdadera magnitud de dicho
problema. En definitiva, que el desempleo no solo supone un problema y un
lastre para los propios desempleados, sino para el conjunto de la sociedad. No
se trata ya de ser más o menos solidarios, sino de que el barco siga a flote y,
a ser posible, que navegue viento en popa a toda vela. Y de esto último no es
consciente gran parte de nuestra sociedad.
Pues el desempleo está en el trasfondo de numerosos
conflictos sociales, así como de un malestar social que ha ido in crescendo a medida que arreciaba la
crisis. Malestar que se traduce en pesimismo generalizado a escala social. Y,
como hemos visto, problemas de reputación en el exterior, perjudicando nuestra
Marca País y por tanto la demanda exterior. El pesimismo imperante actúa de
freno tanto para el gasto como, sobre todo, para la inversión. Ralentizando por
tanto la demanda interior y, por consiguiente, dificultando la tan ansiada
recuperación. Es un círculo vicioso que bloquea la disminución del desempleo.
La reforma laboral ha contribuido a mejorar las perspectivas
de empleo del ingente colectivo de parados. Es positiva y debiera haberse
acometido mucho tiempo atrás. Pero las consecuencias de la misma, tanto a nivel
nacional como en el exterior, son escasamente perceptibles y, por tanto, la
reputación de la Marca País apenas se ha beneficiado de los efectos de dicha
reforma. Pues el problema del desempleo es de tal magnitud y cronicidad que
únicamente podrá considerarse en vías de solución con datos contundentes, esto
es, con la fuerza de los hechos. No bastan las meras expectativas, por fundadas
que estas sean. En consecuencia, mientras no comience a disminuir el desempleo
de forma nítida, consistente y numéricamente considerable, no cabe otra
alternativa que proseguir con el perfeccionamiento de las políticas laborales.
En dicho sentido hay un creciente sentimiento de que si
padecemos unas tasas de desempleo tan desorbitadas para un país desarrollado es
debido a que la legislación, normativa y demás disposiciones de aplicación al
ámbito laboral no han estado a la altura de las circunstancias. Es
controvertido sentar cátedra sobre el particular, dada la extraordinaria
complejidad del entramado legal del mundo laboral y sus numerosísimos
vericuetos. En cambio, sí que es sencillo deducir que navegar por un océano
legal de tales proporciones solo está al alcance de entidades, empresas o corporaciones
de gran tamaño. Las medianas y pequeñas empresas, y no digamos los autónomos,
se ven en general superados por dicha situación. Lo cual lleva con frecuencia a
situaciones en que quienes más se benefician de las políticas laborales sean
quienes a priori menos ayuda
precisan, es decir, las grandes empresas y las multinacionales. Si bien suelen
ser las que más presionan para recibir incentivos o ventajas, pues disponen de los
medios y recursos para hacerlo.
Las grandes empresas no son las causantes de la elevada tasa
de desempleo, ni serán quienes lo resuelvan. Por una razón muy sencilla: son
intensivas en capital, no en mano de obra, suponiendo solo una fracción de la
masa laboral. Tampoco suelen ser las más eficientes, como demuestra el modelo
alemán, cuyo paradigma es la mittelstand
o empresa mediana –véase: http://gasparllinares.wordpress.com/2013/06/25/mittelstand-la-clave/–
la cual recibe un gran impulso estatal. La gran empresa es insustituible en procesos y servicios que
requieren inversiones muy elevadas de capital, y la empresa mediana en aquellos
en que la eficiencia y competitividad son fundamentales. Son las que pueden
mantener y expandir operaciones en el exterior a medio y largo plazo,
materializando el grueso de las exportaciones del país.
Pero el grueso del empleo reside en las pequeñas empresas,
destacando entre ellas las microempresas, y en los autónomos. Tanto estos
últimos como los directivos de pequeñas empresas – que con frecuencia son los
accionistas de las mismas – suelen estar tan absorbidos por la operativa del
día a día de sus actividades que carecen de energía y recursos para moverse
entre los múltiples recovecos de las disposiciones laborales. Y, por lo tanto,
para acceder a las posibles ayudas, incentivos o beneficios de índole sociolaboral.
Esta situación ha derivado en una especie de status quo, en el que las medianas y
sobre todo las grandes empresas hilan fino en sus políticas laborales, y las
pequeñas y autónomos dan la causa por perdida con un trasfondo de complejo de
inferioridad, conformándose con algún consejillo que de tanto en tanto les da
su asesor o gestor, o bien con lo que oyen en el bar o en la tele. Y esta
situación, que a grandes rasgos refleja la cruda realidad del día a día, no
contribuye en nada a la solución de la terrible lacra del desempleo.
Llegados a este punto, parece obvio que debería acometerse
de inmediato la simplificación drástica de la normativa laboral, de manera que
sea fácilmente inteligible y gestionable por autónomos y pequeños empresarios.
Y, en esta línea, potenciar los incentivos, ayudas y beneficios de toda índole
para el fomento de la contratación por parte de los mismos.
Esto es más fácil de decir que de hacer. Habrá presiones por
parte de aquellos interesados en la falta de transparencia, facilitada por el
fárrago de leyes y todo tipo de disposiciones. Se precisarán personas
preparadas, maduras y con sobrada experiencia de campo, esto es, a pie de tajo
o de fábrica, en contraposición a los altos funcionarios con una visión
meramente teórica no contrastada por la experiencia práctica personal. Y
políticos íntegros y capaces, con valentía para perseverar por este camino. Que
es lo que más necesita nuestro país en este momento: que todos los que tienen
capacidad para trabajar encuentren un puesto de trabajo digno, con una
remuneración acorde a sus capacidades y desempeño.
Gaspar Llinares