A veces te tiras meses preparando las condiciones idóneas para hacer la foto perfecta, pero estas nunca llegan a darse. Otras veces, me paso el año esperando a que llegue la primavera y cuando ésta llega, hay circunstancias, como la lluvia, la falta de tiempo, o el trabajo, que me impiden disfrutar de ella. Nos pasamos la vida preparando el momento perfecto para dar ese paso, o para ser felices definitivamente pero ese momento nunca llega. Lo perseguimos como un vagón persigue a su contiguo sin nunca llegar a tocarlo. A veces es necesario, echar la vista atrás y ver lo que tenemos y no valoramos. Este puede ser un ejercicio, que nos saque de este engaño, de perseguir y luchar por cosas, en las que creemos que se encuentra nuestra felicidad. La única solución que he encontrado a este problema, es vivir cada momento, y cada etapa de tu vida, haciendo lo que en ese instante te hace feliz y no esperando que lo que haces, mañana te vaya a dar la felicidad. Y es que, lo único que realmente te lleva a tu destino eres tú. Puedes pasarte una vida con un sueño en la cabeza y morirte con él. En mi corta experiencia en esto de vivir, me he dado cuenta de que si tienes ilusión por algo, no vale con desearlo con todas tus fuerzas antes de irte a dormir, tienes que poner tú los medios, para facilitar que eso se cumpla. Todos tenemos sueños y metas que cumplir. La diferencia, es que mientras muchos se conforman solo con soñar, otros luchamos por que ese sueño pase a ser nuestra realidad. Así unos piensan en el coche de sus sueños, y otros solo necesitan abrir su garaje para verlo. Desde que nací, eso es lo que me mantiene vivo. No el momento de ver mi sueño cumplido, si no el apurar esa ilusión que me hace perseguirlo.
