¡¡¡INDIGNADOS!!!
¿Cómo pudimos engendrar este desastre? ¿Por qué no lo vimos venir? Se preguntarán las generaciones futuras, y no les faltará razón. Quizás esta prolongada recesión marque, desde un punto de vista socioeconómico, el verdadero comienzo del siglo XXI, del tercer milenio. El concepto de ‘crisis sistémica’ comienza a ser verdaderamente comprendido por todo el mundo: todo falla, nada funciona apropiadamente. El caso es que, ahora mismo, ni siquiera sabemos a ciencia cierta si estamos tocando fondo, o todavía no. La situación actual es nefasta, dramática, se mire por donde se mire. Todo el sistema hace agua, no hay institución que se salve. Pero todavía podría empeorar, si no empezamos a enderezar las cosas que están a nuestro alcance. Como, por ejemplo, que los bancos comiencen a devolver al erario público, con intereses de mercado, los miles de millones de euros que se les han “facilitado”. Que los precios de la energía –electricidad, gas, petróleo…– no estén manipulados por oligopolios, así como los servicios de telecomunicaciones. Que haya verdadera competencia, que haga bajar los precios cuando bajen los salarios y otros costes. Que la justicia se imparta con diligencia y equidad. Que el Sector Público se reduzca, eliminando duplicidades y desplazando actividades al sector privado, que es el que realmente financia y soporta la economía real. Que los funcionarios dejen de ser una casta privilegiada e inaccesible, actualizando los criterios de selección al actual sistema educativo. Que los partidos políticos, así como las altas instituciones del Estado, dejen de ser un foco de prepotencia y corrupción, fomentando su transparencia y democratizándolos al máximo, que ejemplos de países avanzados no faltan. Que las retribuciones de políticos y altos funcionarios lo sean por un único concepto, claro y diáfano, sin dietas ni extras de tipo alguno, fijadas por ley para todo el Sector Público, y sin ventajas respecto al resto de asalariados del país (e.g. los diputados están exentos de tributar IRPF de un tercio de su retribución). Y un larguísimo etcétera. Pero, ¿quiénes cambiarán las cosas? ¿Políticos y oligarcas? Solo me los imagino haciéndolo mediante una pistola en la sien. Es una indecencia detrás de otra. Por eso estamos todos tan INDIGNADOS. Indignación que ya se está reflejando en las encuestas de opinión, que muestran un descenso en picado de la intención de voto del conjunto de partidos políticos. Una abstención masiva en ciernes, antesala de levantamientos populares y amotinamientos. No van a poder volverse de espaldas como si no fuera con ellos. Pues, si lo hacen, las consecuencias también podrían ser funestas para ellos… Ahora estamos todos viendo las vergüenzas del viejo sistema. La ausencia de libertad y solidaridad. El empeño de unos pocos de vivir a todo tren a costa de millones de personas, a ser posible sin esforzarse. La obsesión de otros por perpetuar sagas familiares privilegiadas, aumentando exponencialmente sus ya de por sí abultados patrimonios y copando los puestos mejor retribuidos, tanto en el sector privado como en el público. En fi n, lo que se ha venido a denominar ‘élites extractivas’, pues son unos pocos que viven de extraer –más bien detraer– los recursos a millones de personas. Al hablar de dichas élites extractivas, estamos hablando de personas, por lo general, muy bien educadas. Que sabían perfectamente lo que hacían, tanto por acción como por omisión. Y que, por consiguiente, han obrado con pleno conocimiento de causa, sin atenuantes. Durante generaciones han llevado a cabo un expolio sistemático de nuestros recursos, además de limitar nuestras libertades individuales tanto como han podido. Podríamos calificarlo como una gran conspiración a espaldas de los pueblos, puesto que, con variaciones locales, este ha sido el funcionamiento generalizado a nivel global. Ya es hora de poner punto final a tanto abuso, y de aplicar las sanciones y castigos que pudieran proceder. Y debemos airear, denunciar, publicar cuantas corrupciones o meras corruptelas hayamos presenciado, acumulando pruebas cuando sea factible. Ellos –las élites– son pocos, nosotros somos la totalidad, estamos infiltrados en todas partes. ¡Es el momento de obrar! Asimismo, los jerarcas políticos van a tener que hacer algo, para intentar salvar los restos del naufragio. Aunque los oligarcas amenacen. Pero es el ¡sálvese quien pueda! Conforme avance el tsunami de indignación, imparable, todo será posible. ¡Esperen sorpresas!
Gaspar Llinares
Blog de Gaspar
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