miércoles, 18 de septiembre de 2013

XOOWMAGAZINE33 P229 #xoowopinion CARTAS DE ÁLVARO

Álvaro de Marichalar

Cartas de Álvaro

Señor Cameron,
Muchos de mis amigos británicos me llaman estos días escandalizados y hartos de lo que sucede en Gibraltar y en sus aguas circundantes (de soberanía española). Se disculpan por lo que consideran una permanente falta de educación de los dirigentes británicos y gibraltareños; lo que también ven como un garrafal servicio para el prestigio e intereses del Reino Unido. Mis amigos son personas cabales, educadas y de honor; como la gran mayoría de británicos que yo conozco. Por eso están tan sorprendidos y frustrados, ya que saben que en el fondo, el aburrido problema de Gibraltar es una simple cuestión de educación y honor en la que el Reino Unido no está sabiendo dar la talla desde 1704. Ahora, después de haber violado la Ley sistemáticamente durante trescientos años, nos intenta amenazar usted con tribunales internacionales y con “chivarse a la UE”; lo que por otra parte nos parece muy bien a los españoles, que estamos deseando que los observadores de la Unión Europea –y también de la ONU– puedan comprobar sobre el terreno –usurpado– el escándalo que supone la fiscalidad; la técnica mafiosa del lanzamiento de bloques de hormigón; la construcción ilegal de espigones; el vergonzoso trasiego de combustible, y los naturales, legales y necesarios controles que hace España en la frontera para evitar –entre otras cosas– tener que cerrar, como contempla el Tratado de 1713, la famosa “Verja” (construida por los ingleses sobre terreno español). España lleva tres siglos demostrando altura de miras y una buena dosis de paciencia y espíritu quijotesco en este pesado asunto; desde permitir la comunicación con el resto de España (algo que prohibe el Tratado de Utrecht que reza: “no habrá jurisdicción alguna territorial ni comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra”, hasta invitar (dos veces, en 1815 y 1854) a la población gibraltareña enferma de fiebre amarilla a instalarse provisionalmente en nuestro Istmo para evitar que esa terrible epidemia contagiara a la población entera de Gibraltar: En muestra de fraternal “agradecimiento”, los británicos usurparon –también– ese terreno a España que lo había prestado de buena fe y temporalmente por motivos exclusivamente humanitarios y patrióticos; ya que siempre hemos considerado a los gibraltareños como nuestros compatriotas (como no podía ser de otra manera). Años después y aprovechando la coyuntura de la Guerra Civil española, construyeron –en ese mismo lugar– el actual aeropuerto; otra decisión británica contraria a la Ley, por la que el profesor de la universidad de Glasgow William C. Atkinson declaró en 1951 que con esta actuación, Inglaterra añadió el insulto a la herida. Resulta evidente que cada día que pasa sin que el Reino Unido observe las mínimas normas de educación y convivencia; respete el Tratado de Utrecht (que jamás ha respetado) y cumpla las numerosas resoluciones de Naciones Unidas; es peor para su honor y reputación histórica, ya muy maltrechos desde que el almirante Rooke –en la Guerra de Sucesión española– reclamara fraudulentamente para la reina Ana de Inglaterra el Peñón, en lugar de reclamarlo para quien trabajaba este almirante; el archiduque Carlos (pretendiente al Trono de España): Innoble acción ésta donde las haya, que es calificada en la propia Encyclopedia Britannica (edición de 1879) como “un caso de patriotismo sin escrúpulos contrario al honor de Inglaterra”. Es interesante leerlo en la página 586 del volumen 10. También el estadista británico John Bright declaró en 1862 que la ocupación de Gibraltar fue una actuación inmoral contraria a cualquier ley o código de honor. Más recientemente, en 1954, el autor inglés Halliday Sutherland declaró que la ocupación de Gibraltar representó un Acto de Piratería. Y el también británico Arnold J.Toynbee advirtió en 1966 de la injusticia que supone mantener la ocupación de Gibraltar. Como se puede ver, los británicos son –en su inmensa mayoría– leales al honor y al buen nombre de su Patria, aunque siempre se les suele colar algún que otro “hooligan” con mucho poder. Ahora tiene usted Sr. Cameron una buena oportunidad de aliarse a esa mayoría y honrar a Inglaterra actuando de manera educada y legítima. Usted debe saber que la razón nos asiste, por lo que le será muy fácil actuar –por una vez– conforme a la Ley. Les conviene dejar ya de utilizar Gibraltar para tratar de reivindicar un brillo pasado –lleno de sombras– que nunca pudo rivalizar con nuestro Imperio. Hasta entonces, los españoles debemos mostrar la realidad –histórica y actual– de Gibraltar, a la Comunidad Internacional; a los dirigentes británicos y también a los actuales administradores de Gibraltar. Es algo que debemos hacer con toda calma, pero también con toda firmeza. El objetivo es que podamos recuperar cada uno lo nuestro; España su suelo y Gran Bretaña parte del honor perdido y la educación que demuestra carecer con actuaciones como la reciente de lanzar esos infectos bloques de hormigón al mar. En este sentido Primer Ministro, debo indicarle (con todo cariño) que “las cosas no se tiran al suelo”. Y menos, al fondo del mar..., por lo que debe exigir a los individuos que los han tirado que limpien y recojan los 70 bloques que yacen desde el pasado día 24 de julio debajo de nuestras aguas territoriales. Se me ocurre que una vez estén en la superficie se puedan almacenar en medio de la pista de aterrizaje del aeropuerto que ocupa el Istmo usurpado por su país aprovechando la buena fe de España. Así se detendrá la violación del Tratado de Utrecht en lo que respecta a ese trozo de suelo español y se respetará el espacio aéreo. También conviene que le comente a su amigo Boris (el arrogante y demagogo alcalde de Londres que nos cobra implacablemente la “congestion charge” para poder acceder al centro de Londres; pero que ahora se queja de la tasa que es necesario cobrar en Gibraltar) que se calme y no siga con las ridículas sandeces que viene proclamando en la prensa británica: supongo que puede imaginar que si los 30.000 gibraltareños tuvieran que pagar los mismos impuestos que pagamos los ciudadanos de Blackpool (Burdeos o Sevilla) y no existieran ¡90.000! “empresas” registradas en ese diminuto territorio, se les quitarían de un plumazo todas esas ganas de querer seguir siendo tan “británicos...” A Boris le está traicionando la misma arrogancia que dejó en el más profundo ridículo –por los siglos– a la propia Inglaterra cuando su Parlamento acuñó monedas conmemorativas de una esperada y soñada victoria de Vernon sobre España en Cartagena de Indias; que finalmente se tornó en una de las mayores humillaciones que ha sufrido una nación en la historia militar del mundo: Treinta y siete años después de la ocupación británica de Gibraltar, una imponente flota inglesa de 180 embarcaciones y 23.000 combatientes británicos con la misión de ocupar Cartagena, fueron arrasados por seis navíos y 2.800 españoles comandados por Blas de Lezo en 1741 (hecho ocultado por los historiadores británicos de manera vergonzosa –por orden del rey Jorge II– hasta nuestros días). “Ante las murallas del castillo de San Felipe de Barajas, fueron humilladas Inglaterra y sus colonias” Escribiría el defensor español: “Para venir a Cartagena es necesario que el Rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres...” Además, antes de insultar de manera tan ignorante, burda y racista a los andaluces y a la feria de La Línea de la Concepción, Boris debería ser educado y aprender a respetar a los andaluces. Si le resulta difícil la tarea, que recuerde al malagueño Bernardo de Gálvez (gobernador de Luisiana y virrey de Nueva España) que derrotó –de forma constante y hasta 1781– a los ingleses en el sur de los actuales EE.UU. También debería preguntarse Boris dónde está toda esa bravuconería británica en nuestros días, cuando sabe que su país sobrevive a duras penas gracias a la devaluación recurrente de su moneda y del doble juego permanente con sus socios europeos. Que recapacite también un poco sobre la realidad histórica de Europa; las consecuencias ahora de los tiempos de Lepanto por ejemplo; donde si no es por el arrojo y el compromiso europeo y cristiano de España, el turco habría llegado en 1571 hasta el norte de la misma Escocia donde seguramente seguirían instalados aún hoy... Para colmo, el advenedizo alcalde intenta comparar Ceuta y Melilla con Gibraltar; muestra clara de su oportunismo y/o incultura, ya que Ceuta y Melilla son territorio de España desde 1580 y 1497; muchos siglos antes de que Marruecos existiera como nación. Sólo desde el sentido común podremos comenzar a hablar en la ONU con la calma necesaria entre dos países aliados; amigos; colegas de la OTAN; socios comunitarios y todo lo demás... Y de lo primero que hay que hablar es de que pueda regresar la población nativa gibraltareña expulsada por los británicos hace 300 años, cuyos descendientes viven actualmente en San Roque (muy cerca de la peculiar roca) donde custodian –entre otras muchas cosas– el Pendón de Gibraltar y la Cédula concedida por los Reyes Católicos (ambos de 1502). En segundo lugar de aguas territoriales, que a Gibraltar –hoy– legalmente le corresponden única y exclusivamente las del puerto; no las circundantes (el Tratado de Utrecht no contempla jurisdicción alguna sobre las aguas circundantes ni concede Jurisdicción Territorial). Y luego de soberanía, que debe ser española porque así lo considera la Comunidad Internacional manifestada inequívocamente y en repetidas ocasiones a través de numerosas resoluciones de la ONU hace ya más de cinco décadas, y también porque lo que se cedió en Utrecht fue exclusivamente el ius utendi et fruendi (derecho de uso y disfrute), es decir un usufructo temporal, que en ningún caso implica cesión de soberanía. Por todo ello y como primeras medidas, se debe (entre otras cosas) recoger inmediatamente el hormigón; parar de una vez el trasiego ilegal de combustible en aguas españolas y detener la construcción de nuevos diques y espigones. Sobre los –soporíferos y recurrentes– comentarios relativos al franquismo realizados por Picardo y el alcalde londinense, se les puede decir que Franco abortó la operación alemana “Félix” de toma (en pocas horas) de Gibraltar en 1941, por lo que al final –mira tú por donde– quizá debieran instalar un monumento en toda la cumbre de la piedra... Respete, Primer Ministro, en honor del Reino Unido y actúe conforme a la Ley. Si no saben comportarse civilizada y educadamente los dirigentes británicos y gibraltareños, no quedará más remedio que llamar al espíritu del guipuzcoano Blas de Lezo para que ayude –una vez más– en la tarea.
Álvaro de Marichalar y Saenz de Tejada
Académico de la Real Academia de la Mar
Miembro del Consejo Político de UPyD