UNIÓN versus SEPARACIÓN
ACERCA DE LOS NACIONALISMOS
En tiempos de crisis suelen acentuarse los
movimientos separatistas, independentistas o de autodeterminación. Tienden a
apelar al ‘progresismo’, ya que es
una fórmula de marketing político que suele dar muy buenos réditos, muy anclada
en el ‘buenismo’ y la hipocresía
social. La lista de movimientos de autodeterminación es larguísima, como
podemos comprobar en el listado –probablemente incompleto– anexo al final del
presente artículo. El origen de estos movimientos radica, en líneas generales,
en procesos de descolonización incompletos; abusos de todo tipo de regímenes
escasamente democráticos, o lisa y llanamente despóticos; y confrontación
religiosa o étnica. También existen casos que podríamos calificar de
oportunismo político, pues no confluye ninguno de los factores anteriormente
citados, apelándose a diferencias lingüísticas, históricas y culturales; a singularidades
geográficas o lejanía, como suele ser el caso de los archipiélagos o islas; o
bien a la existencia de notables recursos naturales, como por ejemplo el petróleo.
En definitiva, estos movimientos pivotan alrededor de un hecho
diferencial, sea este real y objetivo, o supuesto y fabricado al
efecto. En base a dicho hecho diferencial,
se genera una argumentación que deriva en una –con frecuencia utópica– visión
del futuro en la que el territorio alcanzará su plenitud económica, social y
cultural gracias a su independencia o, en su defecto, mayor autogobierno.
Obviamente, las élites que lideran este proceso sueñan en convertirse en las
futuras clases dirigentes del nuevo estado, y con las generosas prebendas que
piensan autootorgarse. Cosa que siempre silencian a las masas, a las que
alientan con ideales mientras ellos pergeñan estrategias para perpetuarse en el
poder una vez logren sus objetivos.
Pocos países se libran de estas situaciones, que afectan a
todas las superpotencias así como a los BRICS. Es, por tanto, difícil que estos
movimientos encuentren simpatías en la comunidad internacional de estados. No
obstante, existe cierta jurisprudencia
internacional que examinaremos sucintamente. En primer lugar, es
importante destacar la confusión del derecho de autodeterminación como aval
para la independencia de un territorio, mientras que en el Derecho
Internacional no existe el derecho de un territorio a separarse unilateralmente
de un país. Así, por ejemplo, lo recoge la sentencia de 20/08/1998 de la Corte Suprema de Canadá sobre Quebec,
que también dice que el derecho de autodeterminación solo es aplicable a
antiguas colonias, a los pueblos oprimidos por una ocupación militar, o a un
grupo al que se le impida el autogobierno para conseguir su desarrollo
económico, social y cultural. Asimismo, dice que la autodeterminación
normalmente se ejerce a través de su vertiente interna, es decir, sin llegar a
la secesión o independencia.
El dictamen sobre Quebec se ha
convertido en la práctica en jurisprudencia
internacional, y de hecho la propia Unión Europea
impuso estos criterios para el referéndum de independencia de Montenegro:
La secesión no puede ser unilateral, solo pactada. Requiere el apoyo de una
mayoría inequívoca del 55%, con una participación del 50% del electorado. La
pregunta sometida a referéndum tiene que ser clara. Finalmente votó el 86,49%
de la población, con un 55,50% de votos a favor de la independencia de
Montenegro.
La versión consolidada del Tratado de la Unión Europea y del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea está publicada en el
número C83 del DOCE, de fecha 30 de marzo de 2010. La palabra “autodeterminación” no aparece en el
texto oficial de dichos Tratados. Al
contrario, el artículo 4.2 establece que la Unión
Europea respetará las funciones esenciales del Estado, especialmente las
que tienen por objeto garantizar
su integridad territorial, mantener el orden público y salvaguardar
la seguridad nacional. En el mismo sentido, el artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte (OTAN),
establece que las partes se consultarán cuando la integridad territorial de
alguna de ellas fuese amenazada.
El reconocimiento del derecho
de libre determinación, o autodeterminación,
a los diversos grupos que habitan los estados es muy polémico. Casi todos los
estados actuales –más del 90%– son sociológicamente plurinacionales, por lo que
la aplicación del derecho de autodeterminación sin límites generaría un
contexto internacional de inestabilidad y fragmentación excesivas. Según la
denominada “Teoría de la infinita
divisibilidad”, el reconocimiento de
dicho derecho con carácter universal podría conducir a una excesiva
fragmentación del territorio por la aplicación de criterios nacionalistas cada
vez más restringidos o estrictos, produciéndose tras cada secesión una nueva
oleada de secesiones. Este efecto se vería amplificado por una atmósfera
propicia a la ruptura de los estados existentes y el surgimiento de nuevos
estados: el llamado “Tribalismo
postmoderno”. El Comité para la
Eliminación de la Discriminación Racial afirmó en 1996 que el Derecho Internacional no reconoce el
derecho a la secesión unilateral en favor de los pueblos con carácter general,
y que una excesiva fragmentación de los estados podría ir en detrimento de la
protección de los derechos humanos y la preservación de la paz y la seguridad.
La posibilidad, en todo caso de carácter excepcional, de que
los pueblos ejerzan la vertiente externa de la libre determinación,
separándose del estado al que pertenecen, se desprende de la Resolución 2625 de la ONU: Se puede
llegar a producir la secesión cuando el ejercicio de la autodeterminación
interna sea imposible porque el pueblo sufra una persecución o discriminación
extrema y sistemática y no parezca existir una solución pacífica factible. Hay
interpretaciones más estrictas o más amplias sobre cuando se da esta situación,
pero existe un consenso internacional que lo aprecia en los regímenes racistas,
como en el caso del apartheid.
En la Unión Europea,
como podemos ver en el anexo, hay numerosos procesos regionales de
autodeterminación activos, con diferentes grados de intensidad. Ninguno de
ellos cumple los requisitos aceptados por la comunidad internacional para
justificar una secesión. Entonces, ¿qué está pasando? Para contestar a esta
pregunta deberemos examinar la realidad subyacente, para así llegar a
comprender esta situación. Y los problemas que plantea, que no son menores,
tanto para la Unión Europea como para
los respectivos estados.
Todo surge en 1645, con la firma de la denominada Paz de Westfalia, que supuso el primer
congreso diplomático moderno e inició un nuevo orden en Europa basado en el
concepto de soberanía nacional, marcando el nacimiento del estado-nación. Se
estableció el principio de que la integridad territorial es el fundamento de la
existencia de los estados, frente a la concepción feudal de que territorios y
pueblos constituían un patrimonio hereditario. El estado sustituye a otras
instituciones internacionales o transnacionales como la máxima autoridad en las
relaciones internacionales. En aquel entonces, los alemanes vivían en más de
300 estados independientes.
A partir de las ideas de Rousseau y de Johann
Gottfried von Herder, se va perfilando el nacionalismo romántico, en el que el estado deriva su legitimidad
política como consecuencia orgánica o natural de la unidad de los individuos a
los que gobierna, incluyendo la lengua, raza, cultura, religión y costumbres de
la nación. El nacionalismo fue una cuestión clave del Romanticismo, determinando su papel, sus formas de expresión y sus
significados. Hegel argumentó que
existía un espíritu de la época –zeitgeist–
que caracterizaba a un determinado pueblo en un período de tiempo determinado y
que, cuando ese pueblo pasaba a ser el determinante activo de la historia, era
simplemente porque su momento cultural y político había llegado.
Las Revoluciones de
1848 acabaron con la Europa de la
Restauración, es decir, con el predominio del absolutismo desde el Congreso de Viena (1815), celebrado tras
la derrota de Napoleón I. Fueron la
tercera oleada del más amplio ciclo revolucionario de la primera mitad del
siglo XIX. Además de su condición de liberales, las Revoluciones de 1848 se caracterizaron por la notoriedad de las
manifestaciones de carácter nacionalista. Aunque todas ellas fueron reprimidas
o reconducidas a situaciones políticas de índole conservadora, su trascendencia
histórica fue decisiva. Quedó clara la imposibilidad de mantener inalterado el Antiguo Régimen. Benito Pérez Galdós ambientó uno de sus Episodios Nacionales –Las
tormentas del 48– en ese momento histórico.
La I Guerra Mundial
vio la destrucción de varios estados plurinacionales. A su conclusión, el Tratado de Versalles reconoció el
principio de nacionalismo, dividiendo gran parte de Europa en naciones-Estado
en un intento de lograr una paz duradera. El siglo XX asistió a la progresiva
adopción del nacionalismo a escala global, y como consecuencia la disolución de
los imperios coloniales, el desmembramiento de la Unión Soviética y otros
estados plurinacionales menores.
En las sociedades contemporáneas, la forma difusa que toma
el nacionalismo se denomina Nacionalismo
Banal, convirtiéndose en un mecanismo omnipresente de orientar las
percepciones y hacer aparecer como natural u orgánica la identificación entre
una lengua, una cultura y una comunidad política. Ya sea en rituales colectivos
como el deporte, o en detalles menores como la utilización de banderas para
identificar las lenguas en las que se escriben los ingredientes de una etiqueta
de alimentos, el nacionalismo banal reproduce cotidianamente los esquemas mentales
del nacionalismo. La idea central del Nacionalismo
Banal es que, incluso en las naciones estables y sin problemas
identitarios, la nacionalidad es constantemente recordada a los
ciudadanos. El nacionalismo está siempre presente detrás de los discursos de
los líderes políticos, de los productos culturales, e incluso de la estructura
de los medios de comunicación –sección nacional, sección internacional.
Una razón por la que el nacionalismo ha mantenido su
atractivo a través de los siglos es el hecho de que pertenecer a una nación
proporciona a la persona una agradable sensación de pertenencia, sin
importar la relevancia de su contribución personal. Asimismo el ser humano, como
ser social, se siente atraído a formar parte de un grupo, comportamiento relacionado
con el tribalismo. En definitiva, el
nacionalismo apela a las emociones, no a la inteligencia. Es una apuesta
política segura, ganadora. De ahí que las élites periféricas se hayan adherido
a ella con prontitud, abrazándola con pasión.
Las tesis nacionalistas han conducido al éxito, esto es, al
poder, a numerosas formaciones políticas europeas de carácter periférico. Hasta
el punto de que sus programas electorales con frecuencia están cada vez más
vacíos de contenido, pues ya hemos visto que el nacionalismo apela a las
emociones, no a la inteligencia. Y este éxito no ha pasado desapercibido,
ocasionando un “efecto llamada”. La
formula de éxito fácil para aglutinar poder para las élites periféricas frente
a las élites centralistas consolidadas es la de constituirse en un partido
nacionalista. Concluidos los procesos de descolonización, el germen
nacionalista se traslada a las metrópolis europeas. Primero tímidamente y
luego, poco a poco y aprendiendo de los errores, irrumpen cada vez con más
fuerza en la vida política de algunos estados europeos.
Al ser movimientos cuya base fundamental es de tipo
emocional, su dinámica no sigue una lógica racional, no hay negociación posible
que pueda reconducirlos a una situación estable y duradera. Es un “quiero más” ininterrumpido e
ininterrumpible. Son dinámicas retroalimentadas de forma incesante. La
oposición o represión de estos movimientos todavía los refuerza más, cosa que
saben sus líderes que constantemente hacen uso de la provocación e incluso la
bravuconería, por si acaso el poder central “pica” y cae en la trampa, oponiéndoseles. El sueño de un líder
nacionalista europeo es que lo arresten, o aún mejor, que el ejército invada su
territorio. Así podría justificar ante la comunidad internacional –de “progres”– que está realmente oprimido y
necesita la independencia como agua de
mayo. Afortunadamente, se ha visto que la vía violenta, el terrorismo,
obtiene muchísimos menos réditos que la vía pacífica o política. Atrás han
quedado numerosos muertos en Irlanda, España, Francia, Inglaterra, Italia…
Alemania, como hemos visto, estaba dividida en más de 300
estados tras la Paz de Westfalia.
Evidentemente los alemanes no estarían mejor si hoy en día siguieran viviendo
en aquellos 300 miniestados. La Unión
Europea ya se ha pronunciado con claridad: un estado secesionado quedará
automáticamente fuera de la Unión Europea,
y de la Eurozona si es el caso, debiendo solicitar formalmente que se inicie el
–lento y prolongado– proceso de adhesión. Lo cual supone la ruina económica del
estado neonato, al menos a corto y medio plazo. Pero el nacionalismo es
emocional, no racional…
La mejor repuesta posible a los nacionalismos periféricos desde un contexto democrático como es el
caso de los países que conforman la Unión
Europea debe articularse desde el sentido común, la sensatez, la paciencia
y el respeto a la Ley. Las infracciones deben sancionarse antes en forma de
multas económicas o inhabilitaciones que en arrestos. Deben permitirse las
manifestaciones, aunque previniendo los actos vandálicos. Y no negarse a
sentarse a negociar para no dar pretextos de intransigencia, pero sin
concesiones, pues no hay nada que negociar dado que nada será satisfactorio ni
duradero a medio o largo plazo. Mermando el poder de los partidos periféricos en
los parlamentos centrales mediante el correspondiente articulado legal. Y el
supremo arte de saber esperar, haciendo lo posible para que la situación se
bloquee, ni avance ni retroceda, se estanque… de modo que comience a pudrirse
por sí misma al no generar ninguna dinámica, ningún pretexto, ninguna noticia…
Y, desde luego, haciendo que el trato presupuestario de los territorios
conflictivos no sea ni peor ni mejor que el de los restantes territorios del
estado.
La otra respuesta posible es la celebración de un
referéndum, cuyo resultado podría deparar la independencia del territorio. Es
una forma fácil y rápida de acabar con el problema, aunque no exenta de graves
inconvenientes. Es la que se ha adoptado para Escocia, a la vista de las
desfavorables perspectivas de un “sí” a la independencia. Aunque totalmente
contradictoria con la estrategia política del Reino Unido en los últimos
siglos, cuyo ejemplo paradigmático es Gibraltar. En líneas generales, la
celebración de referéndum de autodeterminación en territorios muy consolidados
no es la opción más prudente. Pues, si bien el nacionalismo es emocional, la
respuesta no debe serlo, sino basada en la superior fortaleza de la unión. Así,
al final, la fuerza de la unión vence a la separación.
Gaspar Llinares
ANEXO – LISTADO DE MOVIMIENTOS DE AUTODETERMINACIÓN
EUROPA: Sami (Noruega, Suecia
y Rusia), Epiro del Norte (Albania), Iliria (Albania), Baviera (Alemania),
Comunidad germanófona (Bélgica), Flandes (Bélgica), Valonia (Bélgica), Bruselas
(Bélgica), Bosníacos (Bosnia-Herzegovina), Bosnia Occidental
(Bosnia-Herzegovina), Istria (Croacia), Islas Feroe (Dinamarca), Canarias
(España), Cataluña (España), País Vasco (España), Galicia (España), Valle de
Arán (Cataluña, España), Aland (Finlandia), Alsacia (Francia), Bretaña
(Francia), Rosellón (Francia), Córcega (Francia), Normandía (Francia),
Occitania (Francia), País Vasco (Francia), Saboya (Francia), Icaria (Grecia),
Creta (Grecia), Islas Jónicas (Grecia), Italia Norte (Italia), Cerdeña (Italia),
Lombardía (Italia), Piamonte (Italia), Tirol del Sur (Italia), Véneto (Italia),
Sicilia (Italia), Italia Sur (Italia), Ilirida (Macedonia), Gagauzia
(Moldavia), Transnistria (Moldavia), Sandzak (Montenegro), Kraja (Montenegro),
Frisia (Holanda), Silesia (Polonia), Algarve (Portugal), Azores (Portugal),
Tierra de Miranda (Portugal), Cornualles (Reino Unido), Escocia (Reino Unido),
Gales (Reino Unido), Isla de Man (Reino Unido), Irlanda del Norte (Reino
Unido), Islas Sorlingas (Reino Unido), Wessex (Reino Unido), Yorkshire (Reino
Unido), Moravia (Chequia), Terra Szekely (Rumanía), Bashkortostán (Rusia),
Chechenia (Rusia), Chuvashia (Rusia), Daguestán (Rusia), Ingushetia
(Rusia)Kabardino-Balkaria (Rusia), Kaliningrado (Rusia), Kalmukia (Rusia),
Karelia (Rusia), Komi (Rusia), Mordovia (Rusia), Osetia del Norte (Rusia),
Tartaristán (Rusia), Distrito Federal de los Urales (Rusia), Pueblo Vepsia
(Rusia), Kosovo (Serbia), Presevo Bujanovac y Medveda (Serbia), Sandzak
(Serbia), Jamtland (Suecia), Cantón del Jura (Suiza), Crimea (Ucrania), Rutenia
subcarpática (Ucrania).
AMÉRICA: Pueblo Mapuche
(Argentina), Santa Cruz (Bolivia), Río Grande (Brasil), Región Sur (Brasil),
Sao Paulo (Brasil), Río de Janeiro (Brasil), Pueblo Mapuche (Chile), Magallanes
(Chile), Chiloé (Chile), Antioquía (Colombia), Marquetalia (Colombia)Indígenas
colombianos (Colombia), Raizales (Colombia), Guayas (Ecuador), Manabí
(Ecuador), Arequipa (Perú), Loreto (Perú), Zulia (Venezuela), Guayana francesa
(Francia), Alberta (Canadá), Canadá Occidental (Canadá), Columbia Británica
(Canadá), Nunatsiavut (Canadá) Quebec (Canadá), Saskatchewan (Canadá),
Terranova (Canadá), Nunavut (Canadá), Cascadia (Canadá, USA), Alaska (USA), Sur
de EEUU (USA), California (USA), Nueva África (USA), Vermont (USA), Tribu
Lakota (USA), Texas (USA), Minnesota-Wisconsin-Michigan (USA), Sierra Madre
(México), Yucatán (México), Chiapas (México), Sonora y Baja California
(México), Groenlandia (Dinamarca), Guanacaste (Costa Rica), Limón (Costa Rica),
Misquito (Nicaragua), Chiriquí (Panamá), Isla de Nieves (San Cristóbal y
Nieves), Puerto Rico (USA), Guadalupe (Francia), Martinica (Francia),
Montserrat (Reino Unido).
ASIA: Nagorno-Karabakh
(Azerbaiyán), Talysh-Mughan (Azerbaiyán), Lezgins (Azerbaiyán), Abjasia
(Georgia), Osetia del Sur (Georgia), Asirios (Irak), Turcomanos iraquíes
(Irak), Cristianos iraquíes (Irak), Kurdistán (Irak y Turquía), Azerbaiyán
iraní (Irán), Árabes de Juzestán (Irán), Estado de Judea (Israel), Palestina
(Israel), Alauitas (Siria), Drusos (Siria), Zazaistán (Turquía), Adén (Yemen),
Yemen del Sur (Yemen), Corea reunificada (Corea del Norte y Corea del Sur),
Ainu (Japón), Hokkaido (Japón), Islas Ryukyu (Japón), China reunificada (China
y Taiwán), Hong Kong (China), Mongolia Interior (China), Tíbet (China),
Uiguristán-Xinjiang (China), Macao (China), Manchuria (China), Jalistán-Punjab
(india), Assam (India), Jammu y Cachemira (India), Baluchistán (Pakistán),
Tamil Eelam (Sri Lanka), Karakalpakia (Uzbekistán), Altai (Rusia), Buriatia
(Rusia), Jakasia (Rusia), Sajá (Rusia), Siberia (Rusia), Tuvá (Rusia), Aceh
(Indonesia), Kalimantan (Indonesia), Molucas (Indonesia), Papúa Occidental
(Indonesia), Timor Occidental (Indonesia), Mindanao (Filipinas).
ÁFRICA: Cabinda (Angola),
Cabilia (Argelia), Yoruba (Benin), Bakassi (Camerún), Camerún Meridional
(Camerún), Anjouan (Comores), Moheli (Comores), Cristianos egipcios (Egipto),
Bir Tawil (Egipto), Gambela (Etiopía), Ogaden (Etiopía), Oromia (Etiopía),
Reunión (Francia), Mayotte (Francia), Bioko (Guinea Ecuatorial), Cirenaica
(Libia), Tubu (Libia), Azawad (Libia), Sahara Occidental (Marruecos), Rif
(Marruecos), Rodrigues (Mauricio), Loziland y Caprivi (Namibia), Biafra
(Nigeria), Ogoni (Nigeria), Yoruba (Nigeria), Madeira (Portugal), Casamance
(Senegal), Jubaland (Somalia), Maakhir (Somalia), Puntland (Somalia),
Somalilandia (Somalia), Somalia Sudoccidental (Somalia), Afrikáners
(Sudáfrica), Cape Town (Sudáfrica), Beja (Sudán), Darfur (Sudán), Kassala
(Sudán), Lado (Sudán del Sur), Zanzíbar (Tanzania), Barotse (Zambia).
OCEANÍA: Isla de Norfolk
(Australia), Aborígenes australianos (Australia), Australia Occidental
(Australia), Islas Cook (Nueva Zelanda), Isla Sur (nueva Zelanda), Maorí (Nueva
Zelanda), Niue (nueva Zelanda), Tokelau (Nueva Zelanda), Bougainville (Papúa Nueva
Guinea), Rotuma (Fiyi), Malaita (islas Salomón), Chuuk (Estados Federados de
Micronesia), Banaba (Kiribati), Espíritu Santo (Vanuatu), Malekula (Vanuatu),
Islas del Norte (Vanuatu), Tanna (Vanuatu), Isla de Pascua (Chile), Hawai
(USA), Islas Marianas del Norte (USA), Guam (USA), Polinesia francesa
(Francia), Nueva Caledonia (Francia).
Gaspar Llinares