Un cánido histórico, mamífero, carnívoro y depredador, especie ancestral y “tatarabuelo” del perro doméstico. La mayor parte de su dieta está compuesta por presas abatidas, aunque ocasionalmente puede disputarse el alimento con las aves carroñeras por los restos de aquellos animales que han muerto de forma natural o bien por accidente, así como por restos provenientes de vertederos cercanos a núcleos urbanos. Se da el caso en que en cierta temporada del año, se alimenten también de bayas o frutos silvestres. Su tamaño es algo inferior al europeo, la altura de la cruz puede llegar a los 70 cm. Y medir entre 130 hasta los 180 cm de largo. De grupa caída y cabeza grande en proporción al cuerpo, con los cuartos delanteros muy fuertes, unas orejas triangulares comparativamente pequeñas con respecto al resto de lobos en general y unos ojos atravesados en diagonal y de color amarillento. El hocico luce unas manchas blancas en los belfos denominadas como «bigoteras ». Su pelaje es desigual en tonalidades pardas, pero se generaliza porque en todos se describen unas franjas longitudinales oscuras o negras cubriendo la parte anterior de sus dos patas delanteras con una mancha sombría extendida hasta la cola con otra mancha oscura alrededor de la cruz que se le llama «silla de montar». El conjunto de estas marcas oscuras de su pelaje son las que le han proporcionado el nombre «signatus», puesto que ‘signatus’ en latín significa ‘signado’ o ‘marcado’. Mientras que las crías o lobeznos, al nacer, presentan tonos oscuros muy uniformes.
Como en todas partes del mundo las supersticiones se han ido heredando en generaciones, y entre muchas de ellas, están las relacionadas con la fauna y la suerte, el destino, la providencia de buenos augurios o fatalidades. Según el animal al que se haga referencia, este dependerá del signo de buenaventura o desgracia que represente o conlleve gracias a estos ocultismos o cábalas obtenidos y alterados a través del tiempo y las descendencias. Por ejemplo, aún en el s. XXI, sobre los lobos en España también abundan las supersticiones. Se dice que existen alrededor de 70 expresiones tradicionales (amigo, el otro, tío Juan…) que el hablante puede decir para evitar la palabra lobo, ya que la criatura puede ser invocada con la mera enunciación de la palabra. Y es que el temor al lobo se ha ido trasladando de padres a hijos, incluyendo leyendas y cuentos para niños como ‘Caperucita’, ‘Los Tres Cerditos’, ‘El Pastorcillo Mentiroso’, etc. Y más aún por la falta de conocimiento universal en tiempos de un supino analfabetismo en la Historia de Europa, con tal atraso e ignorancia, que hasta las propias monarquías y gobiernos ofrecían recompensas por eliminar a las alimañas y bestias, incluyendo osos, linces, zorros o lobos… y otras especies que a día de hoy están completamente protegidas. Esto supuso la desaparición del lobo «signatus» en Europa, quedando un resquicio entre todo el amplio Continente tan solo en la Península Ibérica (España y Portugal) como último rincón europeo de esta sorprendente especie única en el mundo y que ha estado a punto de extinguirse en su totalidad por total indiferencia, la desidia y la falta de interés medioambiental, y por haberse permitido, sin intervención alguna, el ser una especie abatida sin vacilar y remunerada con la titularidad de «montero mayor» en términos de la colectividad cazadora española. Y para más escarnio y condena hacia el lobo, entre 1950 y 1970, en España se promovió una campaña de exterminio motivada por la superabundancia de este animal, cuyo resultado fue la práctica erradicación de esta subespecie en todo el país. A día de hoy, tan solo en ciertas zonas de la Península Ibérica quedan algunos grupos semicontrolados y protegidos por la Ley, esto ha hecho que se hayan ido recuperando paulatinamente, haciendo baza de ser una especie animal con un linaje extraordinariamente inteligente y totalmente esquivo al ser humano o a cualquier amenaza que llevan como una especie de preaviso y cautela ingénita.
Aunque aún quedan regiones en España donde todavía se permite abatir a la especie con solicitud previa de permisos y de forma muy controlada, sin contar la particularidad de la caza furtiva o el hostigamiento continuo por parte de los ganaderos hacia el animal con métodos ilícitos, como trampas, cepos e intoxicaciones mediante cebos envenenados o el propio rastreo y acorralamiento indebido para darle muerte, ya que se sienten desprotegidos ante los puntualizados ataques que padece sus reses, si bien la mayoría de los mismos han sido efectuados por perros salvajes abundantes en la zona. Si pretendiéramos hablar sobre el “Rey” de la fauna ibérica, hoy podríamos enaltecer con total evidencia a la especie del lobo «signatus» sin cuestión alguna.
Javier Sánchez-Rubio Llamas